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miércoles, 23 de octubre de 2013

Namasté, homínidos, namasté...

¡Namasté, namasté, mis  contradictorios  y desvalido seres humanos!... Aprovechando que el  otoño de nuevo reaparece con su dramático despliegue de colores ocres, rojo sangre (mi favorito, sin duda, no puedo evitarlo) y oro viejo, vuelvo a ponerme en escena, ya que  se acerca la  despiadada y bella Dama Blanca con sus nieves y sus carámbanos de hielo resplandecientes y el mundo que me rodea se sumirá en un silencio mortuorio y aunque hibernar ya no es un fundido en negro en mi vida, probablemente tenga pocas cosas interesantes que contar... Además, esta luz dorada, este aroma a tierra mojada despierta en mí mi acusada tendencia reflexiva, me ayuda a ordenar mis erráticos pensamientos, y  bueno, creo que es hora de contaros cosas, que pueden interesaros o no, pareceros más o menos aburridas... Pero por favor, tened en cuenta una cosa:  que yo sepa, soy la única escolopendra capaz de conectarse telepáticamente a una humana, la primera y quizás la última... Y eso tiene su mérito.

Durante un mes entero he tenido unas visiones tan absolutamente impactantes que he necesitado casi medio año para entenderlas, ordenarlas en mi cabeza, digerirlas, y convertirlas en algo inteligible para los demás.

Era mediados de febrero, todavía hacía un frío siberiano, y mi estado de hibernación me permitía tener un acceso continuado a la vida de la humana... Pero no os equivoquéis, de emocionante no tenía nada... Eran sucesivos días de subir y bajar de trenes, trasiego de homínidos machos encorbatados y hembras de escotes imposibles , de gesto adusto y maneras de piara de jabalíes hambrientos, madrugones, prisas  y   cansancio.... No hace falta deciros la de veces que recé a la Diosa Escolopendra agradeciéndole haber nacido miriápodo... Pobres seres humanos, encerrados en absurdas vidas,  absurdas rutinas, corriendo de un lado a otro perseguidos por el tic tac de un reloj tiránico...

Pero un día todo cambió... La humana lanzó su patético  y deprimente disfraz del trabajo al cesto de la ropa sucia, y me llevó al viaje de mi vida de escolopendra... Si, hermanos insectos, arácnidos, miriápodos... He visto cosas que no creeríais... Sobre todo la estirada avispa que vive bajo el alero del tejado. Esa señoritinga de maneras aristocráticas y cinturita minúscula jamás podría aceptar como cierto lo que os voy a contar. La estrechez de su cintura es proporcional a la de su mente... Pero vosotros humanos,con cerebros esponjosos y flexibles sabéis que digo la verdad. La India ha sido el descubrimiento de mi vida. Y quizás estáis presenciando una transformación única : la primera escolopendra budista.

Como no quiero apabullaros, tomad esta diatriba como un aperitivo, una introducción de lo que voy a contaros. Por hoy ya está bien. Sólo os adelanto que la India es lo más cercano a un hormiguero gigantesco, por eso no me he sentido ni un momento fuera de lugar. Humanos comportándose como una inmensa colonia de insectos. Muy interesante...

lunes, 10 de diciembre de 2012

Dentro de tu cabeza

Definitivamente, algo me ha ocurrido.... Lo mas obvio es mi nuevo y flamante cuerpo. Utilizando un símil que os encantará, si antes tenía un humilde Opel corsa,, ahora tengo a mi disposición un extraordinario Ferrari. Nunca antes había sido tan rápida. Mis patas parecen no tocar el suelo cuando me abalanzo sobre mi desprevenida presa... Y eso por no hablar de mi escolopendrina, el veneno letal con el que ofrezco una muerte dulce a mis víctimas antes de devorarlas. Ahora es potentísimo... y juraría que provoca maravillosas visiones antes de morir. Al último ratoncillo que devoré se le quedó una expresión  de estar disfrutando del mejor queso de su vida. O sea  que les regalo una muerte placentera. Os aseguro que yo firmaba por algo así.

El cambio es más complejo de lo que imaginé. Y no me he vuelto loca. Bueno, no más de lo que estaba. El caso es que creo, o mas bien, tengo la certeza de que se ha establecido una conexión, un canal de comunicación entre la humana y yo. Que cómo lo sé, os preguntareís. Pues muy fácil....  por los sueños que estoy teniendo últimamente....  O quizás debería lllamarlos visiones. Veo por sus ojos, oigo lo que oye, siento lo que siente... Y todavía no sé si me horroriza  o me fascina, o las dos cosas a la vez.

Ocurre cuando caigo en un sueño profundo, casi siempre después de un festín...  La primera vez que me ocurrió fué después de mi viaje por algunas de las múltiples dimensiones del universo. Después de una pantagruélica orgía culinaria (por favor no sabía que se podía tener TANTA HAMBRE después de un viaje astral), me sumí en un dulcísimo sueño. Me envolvía una aterciopelada negrura onírica, mullida, silenciosa y cálida. Entonces empecé a escuchar un sonido sordo, muy lejano, como el zumbido de una colmena. Y empecé a ver un minúsculo punto de luz, que se fué agrandando a medida que el sonido se hacía más audible. Y de repente, tenía dos manos con cinco dedos, y sólo dos patas... perdón, piernas... Y estaba enmedio de una multitud de humanos, que caminaban apresurados por un andén de una estación de ferrocarril.

"Si señor, claro, este es el tren que va a Cádiz. Puerta 3 asiento 6A"... !Casi se me para el corazón! ...Era yo, mi voz, lo que estaba escuchando...  Veía claramente la estación de Atocha, y a pesar de no haberla visto jamás tan claramente, porque siempre que había acompañado a la humana lo había hecho escondida, la conocía con todo lujo de detalles. Comprendí que tenía acceso a su banco de recuerdos, al enorme archivo de imágenes, datos, sentimientos, conocimientos, vivencias que se alojaban en su cerebro. Toda la realidad que la rodeaba era la mía, y la comprendía tan bien como ella... Era una situación prodigiosa, con innumerables posibilidades para mí... ¿Podría yo influir de alguna manera en las decisiones que tomara la humana?, ¿era ella consciente de que yo estaba en su mente? ¿cuando ella durmiera entraría en la mía? ¿qué pasaría si las dos dormíamos al mismo tiempo?. Sentí un maravilloso vértigo. El mundo se hacía más grande por momentos, a medida que iba entendiendo las implicaciones de lo que me estaba pasando.

De improviso, ella se subió al tren.  Me rodeó la fría luz artificial. Veía las cabezas de los viajeros, sentados en sus asientos. Las puertas se cerraron con un pitido intermitente. Y en ese momento, con un sobresalto, desperté. Las dimensiones de mi mundo volvían a estar a mi escala, a ras de suelo. Me sentí algo contrariada, pero sólo un poco. Tenía que esperar. La aventura volvería a comenzar... Hola mundo homínido, soy una escolopendra y a veces estoy entre vosotros...

miércoles, 29 de agosto de 2012

Escolopendra Reloaded

He vuelto, aunque nunca me fuí del todo. Supongo que más de una  inocente mosca estaría frotándose sus patitas de satifacción y alivio pensando que  por fín había estirado las mías.... Siento decepcionaros, apetitosos enemigos... O mejor dicho, me encanta seguir decepcionándonos,  mis queridos odiados. Es otra manera sutil de atormentaros, y ya sabeís que la sutileza me encanta.  Vuestra carne adquiere un bouquet inigualable después de mis refinados  juegos psicológicos.


                Mi ausencia ha sido  prolongada, y la razón es que he cambiado de piel. A diferencia de vosotros, primates  decadentes, mi proceso de envejecimiento no conlleva arrugas espantosas ni carnes colgantes. Muy por el contrario, los años me dan lustre y esplendor. Me retiro a un escondrijo confortable y allí procedo a cambiar mi dura piel externa, a rasgarla y salir completamente rejuvenecida, un nuevo yo mejorado e intacto...Cuántas mujeres adictas al bótox y los estiramientos matarían por poder recuperar, de verdad,el esplendor físico y no  acabar convertidas en inexpresivos clones de muñecas hinchables de sex shops. Lo siento por vosotras, trabajad vuestro karma y la próxima vida volved como miriápodo.


                Aunque cuente mi renacimiento con tanta ligereza, no penseís que es llegar, desgarrar la piel, salir y vuelta a empezar. Ni mucho menos. Todo cambio realmente importante en el ciclo eterno de la vida exige esfuerzo, sacrificio y dolor. Es el pago que se nos exige, porque, queridos, la vida no es gratuita. No sé exactamente el tiempo que me ha tomado renacer, aunque hablar de tiempo es una convención inventada por vosotros,  y ni realmente me interesa. Sólo sé que cuando me retiré, las plantas amanecían cubiertas de una brillante  y crujiente capa de escarcha y ahora las lagartijas, tan aficionadas al sol, huyen de él buscando sombra. 


                El proceso empezó muy suavemente. Primero una ligera incomodidad por las mañanas,  rigidez en mis numerosas articulaciones, lentitud en los movimientos, y sobre todo una sensación interna de vivir sin vivir en mí, como Santa Teresa... Pero  lo que realmente me mostró que había llegado el momento de liberarme de mi viejo exoesqueleto fué un dolor indescriptible en el dorso de mi cuerpo al desenrroscarme después de una reparadora siesta. Cuando oí claramente que la piel se me estaba rasgando, a la vez que otro relàmpago de dolor sacudía cada segmento  de mi cuerpo, la sabiduría  escolopendrina  impresa en mi adn supo que empezaba el cambio. Me arrastré como pude. El sufrimiento era tal que apenas podía controlar mi cuerpo. Fuí dejando un reguero de gotitas doradas de veneno tras de mí. Afortunadamente, encontré un tiesto roto con restos de tierra y ahí me desplomé.


                Las oleadas de dolor se sucedían. Cuando parecía que el umbral del dolor había llegado a la cúspide, que no era capaz de soportar más porque mi cuerpo se desintegraría, comprobaba que estaba equivocada. La siguiente era mucho peor. Mi nueva carne pugnaba por salir, rompiendo, desgarrando, rasgando, abriéndose paso. Y mis mùsculos tenían vida propia, se movían a su propia voluntad, sin que yo  pudiera hacer nada para controlarlos. Había que desechar hasta la última partícula de mi antigua piel, no podía quedar ningún resto que interfiriera con mi nuevo yo.


                Por fin terminó todo. A mi lado yacía el caparazón vacío que había sido mi protección durante años. Me pareció minúsculo y frágil, porque mi nuevo cuerpo era mucho más grande y poderoso, aunque me dolía cada milímetro. Pero el cambio no había terminado.


                Con infinito cuidado, empecé a mover la cabeza, las mandíbulas, las patas... Todo estaba en su sitio, pero sentía como si estuviera rodeada de  una gelatina espesa que ralentizaba mis movimientos.   Mi exoesqueleto tenía un precioso color ámbar claro, y estaba blando como la piel de un ratón recién nacido. Agotada, caì dormida. Debía esperar a que la piel se endureciera.  Entonces,  empecé a soñar...


Sin la barrera de mi armadura natural volví a estar integrada en la intrincada red de la vida, como miriápodo, como ser vivo, como partícula, como energía. Me ví a mi misma, tendida en el tiesto roto. Y ví la casa que comparto con los humanos. Y los ví a ellos. Sin que pudiera resistirme, un torbellino violento me arrastró hasta la humana y me encontré viendo por sus ojos. Estaba cocinando, creo que verduras. Las probò y  y para mi sorpresa, las paladeé con ella y pese a mi repugnancia inicial, me encantaron. Pensé que quizás se me estaba abriendo una nueva y más còmoda fuente de alimentaciòn. Oí claramente sus pensamientos, como si fueran míos. El cúmulo de pensamientos, imágenes, sensaciones, me marearon.  Sentí un violento tirón y ya no estaba en su cuerpo. Me elevaba no sabía a dónde. Me rodeó la aterciopelada negrura del cielo nocturno. Ví constelaciones, nebulosas, galaxias. Me tragó un agujero negro y aparecí en un mundo donde las escolopendras habíamos conquistado la Tierra. Justo cuando iba a ser coronada como Emperatriz Suprema volví a ser abducida... ¡Maldición!. La corona me sentaba estupendamente.


Me desintegré en átomos,   en partículas, me convertí en un haz de luz violeta... Y por fín, regresé a mi resplandenciente nuevo cuerpo.


Resumiendo,  humanos,  he vuelto... Y más escolopendra que nunca.

martes, 1 de mayo de 2012

Un 28 de Abril

Hoy la escolopendra se queda metida en su grieta, protegiéndose de las caprichosas y vivificantes lluvias de abril, escuchando los mirlos pelear por las gordas lombrices, sintiendo bajo sus patas el cosquilleo de los brotes que se abren paso de nuevo entre la tierra al glorioso renacimiento, a la magia cíclica del eterno retorno de la primavera.
Hoy la escolopendra admira las nubes esponjosas, que se deslizan, perezosas por el cielo recién lavado y se maravilla con la altivez de los chopos, que entonan con el viento antiguas canciones sin palabras .
Hoy la escolopendra piensa en la vida.
Hoy la escolopendra piensa en la muerte.
...Y descubre absolutamente maravillada que es un todo indivisible, una unidad completa y llena de sentido.
Inexplicablemente, la escolopendra deja caer una lágrima ambarina... Sabe que nunca más estará sola.

sábado, 25 de febrero de 2012

La sonrisa de la barracuda


Hoy me ha ocurrido algo muy extraño. Llevaba varios días sumida en el maravilloso sopor letárgico que cada año me envuelve para pasar el tranquilo y oscuro invierno, cuando una imagen desasosegante se ha clavado en mi cerebro: he visto una barracuda sonriéndome, a escasos centímetros de mis ojos. Es absurdo e imposible, lo sé, pero esa visión ha ahuyentado por completo mi dulce sueño. Previendo que, posiblemente, nunca hayáis visto una barracuda, he tenido el detalle de poner una foto, para que comprendáis mi sobresalto. Me considero un miriópodo razonable, con un alto autocontrol sobre mis emociones, pero imaginaos por un momento, con vuestro cerebro en calma absoluta y, de improviso, encontraros la enorme boca llena de dientes de una barracuda a un palmo de vuestro rostro. Escalofriante.
Por más que intenté relajarme, haciéndome un ovillo sobre mí misma, no pude recuperar el sueño. Afortunadamente brillaba el suave sol de invierno, que consiguió reanimar mi entumecido cuerpo, por lo que decidí probar suerte y tomar un último bocado antes de hibernar. A veces la vida es generosa, y contra todo pronóstico, se me cruzó una gorda araña despistada, que devoré de inmediato. Satisfecha, volví a mi refugio... Pero nada, el sueño no volvía. Empecé a rebullirme, nerviosa, por lo que decidí entrar en la casa de los humanos a dejar mi mente en blanco, como hacen ellos, frente al televisor. Quizás así conseguiría mi añorada modorra.
Los humanos hablaban acaloradamente sobre algo relacionado con el nuevo gobierno del país donde viven, creo que se llama Eshpañiiiiaaa, o algo así, porque es como lo oigo cuando lo mencionan en las noticias, hasta la saciedad: que si Eshpañiiiiaaa va a recuperar el lugar que se merece en Europa, que si Eshpañiiiiaaa y los eshpañiiiioooles atraviesan una profunda crisis que se va a solventar por las acertadísimas y visionarias medidas económicas que va a tomar con pulso firme el nuevo gobierno, y blah-blah- blah… El caso es que poco a poco estaba logrando quedarme dormida cuando, de repente, entre la neblina que precede al sueño, vislumbré la escalofriante sonrisa de nuevo. Se me heló la sangre y casi se me paraliza el corazón. Con mis sentidos alerta de nuevo, enfoqué la vista… No, no era la barracuda. Lo que ocupaba la pantalla era una mujer, una humana (o eso creo)… Pero, oh Gran Diosa Escolopendra, su sonrisa era exactamente igual a la de la barracuda, tan llena de dientes afilados, tan amenazadora, tan voraz. Escuché su nombre, lady Anne Bottle, la nueva alcaldesa de algo llamado Madriz.
Como los humanos hablaban de ella en términos poco amables posicioné mis antenitas en modo recepción y movida por mi maldad innata decidí saber más de esa señora. Una se ha ganado la fama, merecidísima, de villana a pulso durante años, no iba a permitir que una advenediza recién llegada me arrebatara mi reino de refinada crueldad gratuita. Lo primero que debía medir era la inteligencia de mi rival: una mente perversa debe estar afilada como la hoja de una cuchilla, engrasada como la guillotina, y las palabras constituyen una buena muestra de los niveles de maldad que fermentan en el corazón de los malvados. Rebusqué en Wikiquote y he aquí lo que encontré:
"La Cenicienta es un ejemplo para nuestra vida por los valores que representa. Recibe los malos tratos sin rechistar, busca consuelo en el recuerdo de su madre."
En la presentación de su libro Érase una vez... los mejores cuentos infantiles comentados, el 11 de junio de 2001.
Fuente: Citado por Maxi Rodríguez Revista Fusión, por Trinidad Jiménez ABC, por Rosa Marco El Periodic
"Sí, soy tradicional; soy conservadora." (24/02/2002)
"En la catástrofe del “Prestige” sólo hay un culpable: el barco." (12/12/2002)
"Quiero dedicarme a las políticas de carácter social porque son la expresión más ajustada de una vocación de servicio a los demás." (9/01/2003)
"Para mí la adopción de hijos por homosexuales no es una cuestión moral, sino científica. En lo que todos estamos de acuerdo es que hay que proteger al menor, y, de momento, nadie en el mundo ha dicho que los niños tengan las mismas condiciones dependiendo de quién los adopte. Ahí tienen la palabra los científicos."
Nota: En TeleMadrid. (15/01/2003)
"Es una cuestión tan difícil, que es realmente una situación límite. Es una de esas situaciones límite en las que la vida no te suele poner. ...Prefiero ni planteármelo".
Nota: Declaraciones a la cadena COPE, sobre el caso de una niña nicaragüense violada que solicitaba poder abortar, ante la oposición de la iglesia católica nicaragüense. (28/02/2003)
"No tengo ningún problema de conciencia, porque el Papa lo que ha dicho es que hay que luchar por la paz. Yo creo que el Gobierno ha luchado por la paz hasta la extenuación, y el Papa ha dicho que serán responsables aquellos que no hayan luchado por la paz".
Nota: Entrevista en el diario El Mundo, sobre la guerra de Irak. (24/03/2003)
“Si me hubiera dado cuenta de que estaba en un cocido de carnaval, no hubiera pedido el voto”.
Nota: En TeleMadrid. (26/02/2004)
“No quiero un mundo en el que las mujeres seamos iguales que los hombres, sino un mundo que se adapte a las necesidades de las mujeres, que son las de la sociedad en su conjunto” .
Nota: En la presentación del libro “La ambición femenina. Como reconciliar trabajo y familia”. Madrid. (01/03/2004)
"Un hombre y una mujer es una cosa, dos hombres es otra cosa y dos mujeres es otra cosa, como supongo que un trío también será otra cosa".
Nota: Entrevista con la Agencia EFE, sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo. (11/10/2004)
"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta".
Nota: Sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo. (2004)
"Cuando ninguno de los votos de Nueva York viene a Madrid, creo que eso tiene que hacer pensar. Al final los actos en la vida tienen consecuencias, pero claro, cuando tenemos un presidente del Gobierno que ni se levantó cuando pasó la bandera de los Estados Unidos... no vamos a entrar en otras cuestiones".
Nota: Con motivo de la designación de Londres como organizadora de los Juegos Olímpicos de 2012. (2005)
“La Ley del Aborto en España no se cumple en ningún sentido. Esto nos tiene que llevar a una reflexión. Me produce sonrojo pensar que aquí al lado hay un niño de siete meses en una trituradora”. (25/01/2008)
“Hay dos tipos de partículas, las producidas por los hombres, que son las peligrosas, y las naturales, que son las que han llegado de África”.
Nota: Sobre la contaminación en Madrid y el consiguiente consejo del Ayuntamiento a los madrileños de que no hagan deporte al aire libre (25/01/2008)
"El planeta está al servicio del ser humano porque el ser humano es el centro".
Nota: En el congreso Nacional de Medio Ambiente. (03/12/2008)
Fuente: Diario adn.es[2].
«Es invierno y nieva».
Nota: declaraciones a la Cadena Ser sobre el caos que causó la gran nevada en Madrid (09/01/2009).
«Estamos en un momento en el que la gente está deprimida por el paro. Eso asfixia más».
Nota: declaraciones a la COPE a propósito los altos niveles de contaminación registrados en la ciudad de Madrid (10/02/2011).
Fuente: elmundo.com.
Después de leer esta colección de frases lapidarias, con una plácida sonrisa en mis labios imaginarios, me retiré a mi cómoda hendidura invernal y por fin llegó a mí el dulce sueño. No tenía nada por lo que preocuparme. Seguiría siendo la reina indiscutible de las villanas. Quienes si deberían hacerlo son las cochinillas, las emperatrices de la Bobería, que viven debajo de las macetas, tan simples que, ante un peligro real e inminente se hacen una bolita y piensan que son invisibles y la amenaza desaparece… alguien de su mismo nivel intelectual es alcaldesa de una ciudad, ellas si se han quedado sin reinado.
Eso sí, antes de dormirme, un nombre empezó a resonar en mi cabeza: Mrs Hope Aguirre… Pero eso puede esperar.

domingo, 20 de noviembre de 2011

La Reina de las Luciérnagas

Por fín ha llegado el otoño. El calor abrasador ha dejado paso, de nuevo, al frío y la lluvia, a las noches largas y a los días deliciosamente grises y melancólicos que hacen que hasta las escolopendras nos sintamos conmovidas por la belleza decadente de las hojas muertas y los cielos plomizos. Y sin que siente de precedente, os contaré, aprovechando este ánimo introspectivo que me esponja el corazón y dulcifica el carácter, cómo conocía a la reina de las luciérnagas. No recuerdo exactamente el cúando, porque mis días y mis noches son sólo una prolongación del mismo presente: el mismo sol, la misma luna, las mismas estrellas que ocupan exactamente el mismo lugar en el firmamento una y otra vez, dentro del perfecto circuito del universo estático en el que vivo. Lo que sí recuerdo es el dónde. Aún no había cambiado los espacios naturales por el domesticado territorio urbanita. Vivía en las raíces medio podridas de un viejo chopo moribundo, junto con una pequeña colonia de frenéticas hormigas negras que normalmente evitaban mi presencia debido a que, alguna que otra vez había aprovechado un descuido para merendarme alguna de las miles de larvas blanditas y apetitosas que con tanto mimo cuidan en el hormiguero.
Mi vida transcurría todo lo tranquila que puede ser la existencia de un miríapodo que en un segundo puede convertirse en la cena de otro depredador, siempre al acecho, persiguiendo unas veces, huyendo otras. Y entonces, en una noche especialmente oscura, llegó ella. Acababa de cazar una polilla, que aunque no es mi plato favorito,el polvillo de las alas me provoca ardores de estómago, era mejor que nada. Me había acurrucado bajo una piedra cubierta de musgo para asimilar todos los nutrientes recién ingeridos cuando, frente a mí ví una extraña luz fosforescente una milésima de segundo, que desapareció al momento. Mis antenas se pusieron en modo alerta, mis 42 patas en tensión, listas para correr como sólo ellas saben. Seguí mirando en la misma dirección, y nada, la negrura más absoluta. Cuando iba a retirarme a mi guarida, de nuevo ocurrió: la más hermosa luz verde que había visto en mi vida brillaba ante mis ojos. Esta vez, permaneció encendida más tiempo, iluminando con una luz irreal las hojas de alrededor. Y se volvió a apagar. Estaba como hipnotizada: la prudencia me gritaba a voz en cuello que ni por lo más remoto me acercara a esa extraña aparición, pero mi estúpida curiosidad me animaba a averiguar qué podía ser lo que estaba presenciando. Entonces, empezaron a surgir más luces de la oscuridad, que, describiendo trayectorias inseguras, se aproximaban a dónde había surgido la primera luz. En un momento decenas de puntitos luminosos danzaban en la noche, describían círculos, bajaban, subían, en una danza mágica y fantasmal. Y entonces ella, la única luz fija, empezó a brillar con una intensidad que nunca había visto, con un resplandor lunar que hacía que te preguntaras si estabas soñando. Poco a poco, todas las luces se fueron aproximando hacia ella, posándose en las ramas aledañas, hasta que todo el árbol quedó iluminado. Entonces, los sonidos nocturnos cesaron de repente, como si el espectáculo fosforescente hubiera enmudecido a todas las criaturas vivas y las luces se encendían y apagaban al unísono, en un extraño lenguaje lumínico que solo esos seres entendían. Era como presenciar un canto sin sonido, una melodía sin notas...Y así, en vela, pasé toda la noche, maravillada, hasta que la luz del amanecer borró todo rastro de lo que había presenciado dejándome con la duda si, de nuevo, había ingerido por accidente alguna sustancia alucinógena.
El siguiente día lo pasé en duermevela, sin fuerzas para salir de caza, pero con una única obsesión: esperar la oscuridad de nuevo y extasiarme con el espectáculo de la noche anterior. Y así hice,noche tras noche durante una semana. Casi olvidé alimentarme, descansaba poquísimo y la debilidad se empezó a apoderar de mi cuerpo. Nada importaba más que esa luz magnética y boreal, y sin darme cuenta, empecé a resbalar hacia una dulce y aterciopelada muerte totalmente voluntaria. No sé que habría sido de mí si en una de esas letárgicas mañanas en las que lo único que hacía era esperar las horas nocturnas no me hubiera topado con un hambriento mirlo, que, aprovechando mi sopor, me cogió con el pico con la nada elegante intención de desayunarme. Cuando sentí la sacudida de su pico desperté de mi estado de embrutecimiento y, aprovechando que mis mandíbulas caían cerca de su cuello, le hinqué mis colmillos, inyectando una generosa dosis de ponzoña en su cuerpo. Me dejó caer al momento y, afortunadamente, ese incidente despertó mis sentidos de nuevo. Una cosa es dejarse morir de fascinación y otra muy diferente que un apestoso pajarraco te devore para luego regurgitarte en los picos hambrientos de sus pelados polluelos. Una tiene su dignidad. Como pude me arrastré hacia el hormiguero: necesitaba alimento fácil de conseguir y abundante que no agotara mis escasísimas energías, al igual que vosotros acudís cuando os rugen las tripas a los McDonald´s. Fué una orgía de sangre, y, cuando ahíta de larvas, sentí la energía volver a mi cuerpo decidí averiguar que extraño ser me había hipnotizado de tal manera. Pero claro, debía ir de día, cuando su capacidad de seducción fuera nula.
Me dirigí a la roca desde donde divisé por primera vez esa extraña luz, y, tengo que confesarlo, con un leve temblor en mis patas, trepé al árbol buscando el origen... Y, como pasa en muchos momentos de la vida, preferí no haber sabido la verdad. Esperaba encontrar un ente luminoso y perfecto, la matrialización de todo lo bello... Pero allí estaba, devorando una babosa negra y viscosa, como si fuera la única vez que hubiera comido. Levantó su cabecita grisácea, y, con hilillos de sangre de su presa goteando de su mandíbula, me miró ausente, un momento, sin una chispa de curiosidad en sus ojillos, para luego seguir comiendo como si yo no estuviera allí. El origen de mis desvelos, de mi casi fallecimienro, no era más que una espantosa y fea luciérnaga, un insecto con el cuerpo blando y fragmentado, !y con sólo seis pares de patas , qué vulgaridad¡... A punto estuve de abalanzarme sobre ella y devorarla... Sentí mi orgullo herido... ¿Cómo era posible haber caído bajo el embrujo de un ser tan absolutamente insulso, sin gracia alguna?. Lo que había estado presenciando no era más que el cortejo de los bobos machos luciérnagas, que sí pueden volar, y atraidos por la intoxicante luz de la hembra acuden, como seres sin voluntad, a suspirar por los favores de la hembra. Y yo había sido uno más de sus aborregados admiradores...
Sin embargo, me dí media vuelta y puse tierra de por medio. ¿la razón?... Pues bueno, de alguna manera, aunque a la luz del día no dejara de ser un tipo de escarabajo poco agraciado, su luz me había transportado a un estado cercano a la felicidad. Nunca había visto nada tan hermoso, aunque fuera mentira...Y así estuve muchos días meditando sobre la belleza, sobre el poder que ejerce en las almas sensibles, como la mía, y sobre que, muchas veces, pasamos nuestras cortas vidas suspirando por una enorme y falsa ilusión, por una falacia...pero era tan,tan hermosa...

lunes, 29 de agosto de 2011

Gracias Benedicto!!!!!

No sé si en mi caso puedo decir eso de "me da vueltas la cabeza", porque, aunque tengo cabeza, no tengo cuello ni cervicales que me permitan girarla, pero bueno, tampoco nos vamos aponer picajosos, porque es la expresión que mejor define mi actual estado... Sí, me dá vueltas la cabeza, y llevo así unas semanas, entre el calor sofocante que me ha tenido buscando, sin éxito, grietas y hoquedades con algo de humedad en una casa que desgraciadamente para mí y las demás criaturas que vivían en el patio, ha sido remodelada y el tsunami cristiano que ha invadido este Madrid que cada vez me recuerda más a una triste capital de provincia de los años cincuenta, estoy que no me hallo. Yo, que era la depredadora perfecta, ágil, despiada y siempre sedienta de fluidos vitales ajenos, me he convertido en una caricatura de mí misma... Y el invierno se acerca inexorablemente de nuevo. Ahora entiendo el leit motiv de los románticos, la frustración de ser consciente de la brevedad de la vida, la melancolía del tempus fugit... ¿Veís?, no soy yo, me he convertido en una llorica... Precisamente ahora, el momento perfecto para derramar a diestro y siniestro mi veneno, mi preciada escolopendrina, de hincar mis fauces en tantas virginales carnes blandas y mórbidas de nacionalidades tan variadas, deseosas de sufrir en nombre de Dios, Cristo, el Santo Padre y Rouco varela. Mi llanto es inconsolable: que nó habría dado yo por deslizarme bajo los inmaculados ropajes del representante de Dios en la Tierra, Benedicto El de la Sonrisa Lobuna, para comprobar si el despiadado agosto madrileño le hacía sudar sus marchitos e inútiles genitales como al resto de los mortales, de constatar si lleva sagrados Calvin Klein o un tanga brasileño, que todo es posible. Hubiera realizado mi sueño mordisqueando la pantorrilla peluda de una novicia francesa, seguramente sin depilar... Y qué decir del placer de masticar el lóbulo de un adolescente estadounidense, tan rubio y coloradote... Pero eso ya nunca podrá ser, el Santo Varón que tan bien comprende y perdona a los pederastas de su Iglesia y tanto fustiga a los homosexuales que han tenido la valentía y el coraje de vivir sin miedo, a las mujeres que son dueñas de sus vidas, en fin, a todos los que se niegan a ser corderos de su rebaño de lobotomizados, el padre de los Católicos se ha retirado a sus humildes aposentos del vaticano. Tendré que hacer alguna incursión furtiva para calmar este desasosiego, quizás a un colegio femenino del Opus Dei para deslizarme bajo las medias color beige de alguna hermana bigotuda y darle lo que tanto le gusta, un poquito de dolor para que vaya ganándose un lugar entre los mártires. Al fin y al cabo es lo que han buscado durante siglos...Si al final voy a ser hasta piadosa.
Tengo la impresión de que poco a poco vuelvo a ser yo... Gracias, Benedicto!!!!

miércoles, 22 de junio de 2011

Auschwitz, siglo XXI.

Sé que si muchos leyeran esta entrada, aparte de ese minúsculo y selecto grupo de seres vivientes que, aún no entiendo porqué, se interesan por los pensamientos de esta escolopendra (y lo agradezco desde el fondo de mi corazoncito artrópodo), probablemente se indignarían hasta la congestión, porque hay temas de la historia de los primates evolucionados que no se pueden ni mencionar sin que a los guardianes de la Verdad Absoluta se les hinche la yugular.Pero como sólo un puñadito van a leer esto y, además, soy una escolopendra, puedo opinar de lo que quiera. Faltaría más.
Jonathan Safran Foer es judío, escritor y vegetariano. La verdad que me es bastante intrancesdente si sus oraciones van dirigidas a un dios-calamar o enciende cirios a los pies de Pamela Anderson cada sábado noche, pero en este caso si hay una diferencia: ha escrito "Comer Animales", un libro que a veces me ha hecho casi vomitar, a veces me ha horrorizado, y otras me habría llevado a llorar desconsoladamente si hubiera podido. Este clarividente ser humano sería al único que, si casualmente cruzara su pié desnudo frente a mis mandíbulas, se libraría de mi mordedura, porque se lo ha ganado: ha sido valiente, sincero y sobre todo compasivo con los pobladores mayoritarios del planeta Tierra, los animales, por contar lo que nadie quiere saber, por sacar a la luz que la esclavitud, la tortura, el exterminio están a la orden del día y que son los humanos los que la están ejerciendo con total impunidad. Existe un Auschwitz animal, pero pocos lo saben, pocos lo creen, pocos quieren verlo, pocos quieren evitarlo. ¿No resulta familiar?. Pensemos en la Alemania de antes de la II Guerra Mundial, en Hitler, en la solución final, en los miles de cuerpos empujados a fosas comunes, en miles de seres humanos convertidos en cosas, desnutridos, explotados, masificados...Y esto lo ha escrito el nieto e hijo de perseguidos, de exterminados, de torturados, sin escandalizarle, sin relativizar el sufrimiento, sin poner por encima el dolor humano del dolor animal, porque el Dolor es el mismo, dá igual la especie: nuestros organismos biológicos son los mismos, somos espejos en los que mirarnos. Desgraciadamente para la mayoría de los humanos este punto de vista es hasta risible: ¿cómo se puede comparar una gallina con un ser humano? ¿cómo un cerdo va a tener igual valor que una persona? ¿cómo va a tener derechos una ternera?. Por una vez me guardaré la ironía, porque he visto muchas gallinas en las rebajas y muchos cerdos montados en el metro, pero bueno, pues sí, los tienen. La dignidad no es prerrogativa humana, el derecho a tener una vida decente también se aplica a los animales, porque el autor del libro no aboga por el vegetarianismo de una manera radical, que, por otra parte, considera es la mejor opción, pero entiende que se coma carne, siempre y cuando el animal haya disfrutado de las mejores condiciones de vida y las mejores circunstancias de muerte. Nada más alejado de la realidad: para que los primates satisfagan su gula milles de gallinas, vacas, cerdos, pavos, terneras, viven hacinados en recintos minúsculos, tratados como engranajes en una cadena de producción donde se les obliga a parir continuamente, a poner huevos, donde se les atiborra de medicación para que sus cuerpos debilitados resistan hasta alcanzar el peso necesario para convertirse en alimento, a ser transportados en camiones de la muerte, donde muchos tienen la suerte de morir antes, para ser conducidos a los mataderos donde se les tratará sin el menor cuidado, golpeándoles y hasta rompiéndoles huesos, porque ¿quién se dirige voluntariamente a una muerte segura?, para luego eviscerarlos, desangrarlos, despellejarlos, escaldarlos, sin siquiera comprobar antes si están muertos o sólo aturdidos. Y esto sin hablar de los animales marinos, a los que se pesca sin ningún tipo de selección, donde cientos de animalillos mueren para que un gordo ser humano y su gorda y ruidosa prole devoren un plato de gambas al ajillo mientras suena David Bisbal por los altavoces del chiringuito. Sólo tengo una cosa que añadir, y no la digo yo, la he buscado en la wikipedia: una de las definiciones de Humanidad: la compasión, el altruismo y otros rasgos morales positivos.
Me da la risa floja.

sábado, 4 de junio de 2011

Acabo de regresar de unas de esas furtivas escapadas que hago cuando el aburrimiento se me vuelve insoportable y decido hacer antropología artrópoda, o lo que es lo mismo, observar y criticar sin piedad a estos Homo Sapiens que en contadas ocasiones me maravillan, a veces me apenan y siempre me sacan de quicio, y tengo que decir que aún me encuentro en estado de shock por lo que he contemplado con mis ojos compuestos. Como hace tiempo que encontré el escondrijo perfecto en un agujero del forro del bolso de la humana con la que vivo, me es muy sencillo deslizarme dentro cuando ella se marcha a trabajar y esperar el momento propicio para salir y explorar el caótico y bullicioso mundo humano que se han construido y en el que están irremediablemente apresados, un mundo condicionado y dirigido por lo que ellos llaman "dinero". Dedican sus miserables vidas a acumularlo y se puede conseguir de muchas formas: con violencia, con engaños, mendigando, incluso gracias a un golpe de suerte, pero inexorablememnte hay que tenerlo, sea como sea, y la gran mayoría de ellos lo obtienen trabajando, vendiendo su tiempo, energía, inteligencia, cuerpo, habilidades a otros. Suena absurdo, lo sé, y si yo fuera un artrópodo sociable y lo contara en cualquier reunión con mis congéneres pensarían que se me ha ido la cabeza, por eso precisamente prefiero mi vida de"Si san Francisco de Asís levantara la cabeza", es lo

jueves, 19 de mayo de 2011

Una de las miles de razones por las que adoro ser una escolopendra es que no hay ningúna barrera entre mi cuerpo perfectamente simétrico y la realidad en que vivo. En pocas palabras, que me encanta ir desnuda!!! Salvo contadísimas excepciones en el mundo natural (ahora pienso en los ermitaños

martes, 19 de abril de 2011

Abril lluvioso y la Semana Santa

!!!No puedo parar de reírme!!! Hace unos días estaba indignadísima con estos primates evolucionados y ahora, de alguna manera, les agradezco el buen rato que me están haciendo pasar, porque no recuerdo cuándo fué la última vez que me reí con tantas ganas... Un momento!!!,  fué el año pasado, por estas fechas...Y por la misma razón!!!.  Como adicta a la ventanita mágica que hay en el salón, de nuevo, y aprovechando que estaba cayendo un chaparrón primaveral, decidí perder el tiempo observando que había de nuevo en el mundo humano. Y mereció la pena, sin que sirva de precedente. Parece ser que esta semana tiene una importancia vital para los humanos, tanto, que la denominan Semana Santa. No entiendo muy bién la razón, pero se dedican a pasear por las calles  imágenes de mujeres llorando, con el corazón atravesado por puñales,  rodeadas de cirios ardiendo, y  esculturas de cadáveres  de hombres barbudos que han sido torturados salvajemente, con clavos atravesando manos y pies y una cara de sufrimiento que me pondría los vellos de punta si tuviera pelo corporal. Con mucha pasión, se los echan a hombros, deben pesar una tonelada, y, con un paso marcado por tambores, empiezan a caminar: prooom-prooom-protoprooom!!!. De vez en cuando, un chillido estremecedor interrumpe la marcha, y todos escuchan a una persona que, eso dice, le canta a la imagen. Hay gustos para todo... Otra vez, escalofrío por todo mi cuerpo... Y así pasan las horas, paseando de un lado a otro las representaciones de sus dioses, ocultos bajo una vestimenta totalmente medieval, algunos  arrastrando cadenas descalzos, otros, golpeándose la espalda con cuerdas anudadas, y todos transportados a un estado grupal y primario, hipnotizados y esclavizados por un sentimiento ancestral, heredado de sus antepasados, cuando habitaban  en cuevas y despedazaban mamuts, y sabían que sin la magia su vida no sería posible, igual que lo sabemos todos los seres vivientes que adoramos a La Diosa, la creadora de todos nosotros. Pero ellos, impertinentes, decidieron crear  dioses a su imagen y semejanza, !!!qué insulto para todos nosotros!!! La Diosa tiene grandes colmillos, escamas, tentáculos y hasta un afilado aguijón que de vez en cuando utiliza a su antojo. Nosotros la adoramos todos y cada uno de los días de nuestra vida, porque sin ella nada existiría. Los humanos sólo se acuerdan en ciertas fechas, y son tan tontos que eligieron la peor para sacarlos a pasear: la primavera es por definición inconstante: siempre llueve, las lombrices lo saben perfectamente. A quién se le ocurre invertir tanta energía durante todo el año, engalanar sus imágenes, cubrirlas de joyas y tejidos preciosos, de flores y velas, sudar y sufrir cargando el paso  para estar entrenados, y , oh sorpresa, !!!descubrir que fuera diluvia!!!!.... !!!No puedo con ellos!!!, !!lloran desconsolados porque no puedes sacar a sus muñequitos sagrados!!!, pero vamos a ver,  ¿¿no sois vosotros los únicos seres inteligentes que teneís memoria, que aprendeís de la experiencia para aplicarla al futuro??... !!!!JAJAJAJAJAJAJA, me encanta lo graciosos que sois, aunque sea  de manera involuntaria!!!!. Es lo que tiene "Abril lluvioso", que es un refrán aprendido de vosotros, por favooooor...

miércoles, 13 de abril de 2011

A las escolopendras nos dura muy poco la pena

Hace unos días, recién  estrenada la primavera, me sorprendí a mí misma sintiendo pena por los humanos. Me explico, no es que sea despiadada totalmente, pero no es habitual en mí sentir pena o tristeza hacia el ser humano. Me ha pasado alguna vez con alguna presa,  en concreto un saltamontes verde hierba.  Me abalancé sobre él, rodeándole con mi cuerpo flexible y duro. Cuando iba a hundir mis mandíbulas ponzoñosas en su abdomen cometí  el error de mirarle a los ojos, y al ver el terror desquiciado en sus ojos compuestos ante su destino fatal, algo dentro de mí tembló un instante, pero fué tan breve que mis tripas, rugiendo de hambre, se ocuparon de tomar el mando. En un momento la pena se vió reemplazaba por el absoluto deleite.  No puedo permitirme dudar, mi vida va en ello. 

A lo que iba, supongo que el impacto de volver a incorporarme a la actividad vital ha debido de trastornarme algo,  y como un catarro estacional, la empatía me ha infectado unos días. Pero ya estoy curada, y los humanos han dejado de apenarme. Os preguntareís la razón y os la voy a dar. Ellos mismos me han proporcionado la vacuna.

Me encontraba aún afectada por ese atontamiento transitorio del que os he hablado cuando, de nuevo, dieron noticias sobre Japón. Mis patitas se pusieron rígidas de nuevo: otra vez la ola, otra vez los gritos, los escombros...Pero luego empezaro a hablar de miles y miles de litros de agua envenenada, contaminada de cesio, de yodo radioactivo, que no sólo se estaba filtrando al mar, sino que estaban vertiendo, voluntariamente al océano. Todo el agua que habían estado usando para enfriar los reactores debía ser desalojada. Y así hicieron. No quise ver más. Noté cómo empezaban a caer gotitas de veneno de mis mandíbulas,  y eso sólo me ocurre cuando estoy muy, pero que muy enfadada. Me deslicé rápidamente por la grieta que da al patio, y me dirigí a la jardinera de las violetas, mi lugar favorito para meditar. Necesitaba enrroscarme sobre mí misma y pensar sobre lo que había visto.  No sé de matemáticas, no me interesan en absoluto, pero dentro de lo limitado de mi percepción artrópoda, entiendo que miles de litros es muchísimo, mucho más que el charco que se forma cuando llueve a cántaros y la targea se atasca, y hasta que los humanos que viven en la casa no quitan la porquería que la obstruye, a mí me parece una inmensidad aterradora. Sí sé de las consecuencias de la radioactividad, he visto las noticias que hablan de deformaciones genéticas, cáncer, muerte en definitiva. Y no puedo dejar de pensar en los de mi parentela,  los que habitan en las aguas del océano,  los que vosotros llamaís crustáceos, a los que devoraís en vuestras celebraciones religiosas . No puedo dejar de pensar en las gambas, las langostas, los cangrejos, todos ellos  parte de mi árbol genealógico, que empezarán anotarse raros, luego enfermos y quizás mueran sin imaginarse qué está pasando. El fondo marino se convertirá en un cementerio lleno de cadáveres, y no sólo de los míos, también los peces, los pulpos, los corales, las algas, todo un maravilloso universo de vida inocente sucumbirá ante vuestra estupidez, el agua quedará envenenada por décadas y un silencio aterrador poblará las profundidades. Cómo quereís que os compadezca, cómo quereís que no comprenda y comparta la ira de la Tierra, si para ella no soís más que parásitos dañinos. En qué momento de la evolución os convertisteís en lo que soís y os coronasteís con el título de reyes de la creación, presuntuosos ignorantes. Y lo peor es que no aprendereís  hasta que sea demasiado tarde.

sábado, 2 de abril de 2011

La vuelta a la vida

Esta mañana he resucitado de nuevo. Cada invierno, cuando el sopor maravilloso de esa casi muerte que es la hibernación  hace que mis constantes vitales queden prácticamente paralizadas, me pregunto si despertaré, si  después de los fríos meses veré  la maravillosa primavera, repleta de jugosas arañas, saltamontes y hasta alguna rosada cría de ratón con las que darme un banquete después  del  ayuno. Pues bien, parece que sigo viva. No sé que misterioso mecanismo pone de nuevo en marcha la maquinaria de mi cuerpo. Sólo sé que he empezado a sentir un calor muy agradable, mis patitas se han empezado a agitar, y he sentido un hambre absolutamente atroz. Me he desperezado con cuidado, sobre mi lecho putrefacto de hojas y barro que  tan bien me ha protegido del frío, y he asomado mis antenas a la luz. Hace un día glorioso, las macetas del patio están verdes y frondosas, ha debido llover hace poco, porque la tierra está esponjosa y aromática...

 !!Qué agradable sorpresa!!, este año hay tulipanes amarillos y blancos en el poyete de la ventana. Adoro la delicada belleza de las flores... Y el maravilloso sabor de la sangre fresca...Acabo de devorar una araña gorda que acechaba a una mosca. Mala suerte para ella, son las reglas del juego. A mí también me tocará, alguna vez, alimentar a las espantosas y gritonas crías de algún mirlo. Sólo espero que sea rápido, no aspiro a vivir para siempre, qué aburrimiento.

Con mi estómago lleno,  se ha despertado la curiosidad que, hace que mi vida sea más interesante. Si me limitara a vivir  como una escolopendra corriente, probablemente pasaría mi vida cuidando una veintena de huevecillos, cazando de vez en cuando y escabuyéndome en las grietas de las paredes. Pero yo no soy así.

Me he colado en la cocina, aprovechando la grieta que sigue abierta en un rincón, y he visto que los humanos están en casa. Siguen igual, con sus rutinas y sus miserias. Están viendo las noticias, y por sus caras aterradas, debe haber pasado algo sobrecogedor. No son capaces de seguir comiendo, ni siquiera de hablar, sólo miran la pantalla de ese invento que me fascina. Confieso que me encanta asomarme al mundo humano mediante este medio. Es asombroso todo lo que se puede aprender de ellos sólo viendo sus programas. El caso es que he prestado atención a lo que les mantenía tan absortos, y por una vez, he estado muy cerca de comprenderles.   Las imágenes no son muy nítidas, y quien estaba grabándolas  temblaba visiblemente, lo que quizás daba más dramatismo a la escena. Se veía el mar, pero no el mar azul y apacible de las postales. Lo que estaba delante de mis ojos era una masa de agua negra,en ebullición, con vida propia y enfurecida, fuera de control,  que con una ira absolutamente sobrenatural arremetía contra edificios, arrastraba barcos,  puentes, coches, vías de tren, todo lo que se ponía a su paso . Y allí estaban los seres humanos, minúsculos y vulnerables, subidos en  los tejados de los edificios, supongo que aterrados, rezando a sus dioses y preguntándose si el bloque de pisos resistiría.  Me he quedado hipnotizada,  sin poder controlar el  movimiento nervioso de mis antenas, viendo como todas las infraestructuras que con tanta inteligencia han levantado eran arrasadas con una facilidad pasmosa, y he sentido una profunda lástima por esos pobres humanos, porque también dentro de ellos algo se estaba reduciendo a escombros: la convicción de controlar sus vidas, la falsa seguridad de haberse creado la ficción de una existencia ordenada y predecible, de tener domesticada la Naturaleza.  Si hay algo que toda escolopendra, hasta la más tonta, que también las hay, sabe,  es la incertidumbre de la vida y la aterradora esencia de la Naturaleza, la madre de todos nosotros. Yo eso lo sé, porque todos los años presencio, y a veces vivo, catástrofes que os pasan desapercibidas: llueve y se inundan los hormigueros, y mueren a miles las estúpidas obreras y las estúpidas reinas. Hay incendios y los conejos se abrasan, los pájaron caen a plomo con los pulmones quemados. El viento arranca las ramas de los árboles y los huevos se estrellan contra el suelo. Así son las cosas. Nosotros lo sabemos y lo aceptamos. Vosotros, tontos, tontos humanos, lo habeís olvidado. Y por eso me dais tanta lástima.

jueves, 25 de noviembre de 2010

La mala educación

Parece mentira que un miriápodo como yo tenga que hablar de educación y buenas maneras, yo, que según vosotros, entomólogos insignes, soy una mera máquina de matar, esclava de mi instinto, a diferencia de vosotros, primates evolucionados,  creadores de cultura, cúspide del reino animal...Espero que se entienda que estoy hablando desde la más absoluta y retorcida ironía, que me temo que hoy en día pocos captan las sutilezas.

Estaís muy equivocados si pensaís que las buenas maneras y la educación son exclusivas de las sociedades humanas: disculpad que os baje del pedestal, ignorantes, pero los de mi especie, y muchas más,  os llevamos millones de años de ventaja: los restos más antiguos de ciempiés que se conocen son de principios del Devónico, hace 415 millones de años.  !!!Superad eso, monitos hiperdesarrollados!!!. Claro que nuestros códigos de conducta no tienen nada que ver con l0s vuestr0s, pero existe una regla que la llevamos tatúada a fuego en nuestro brillante exoesqueleto: el respeto a los congéneres, aunque a continuación le devoremos con gusto. Lo cortés no quita lo valiente.

Como escolopendra orgullosa de serlo, sé perfectamente que, cuando en alguna de mis incursiones fuera de mi terrritorio,me topo con otra escolopendra, lo primero que tengo que hacer es dar golpecitos con mis patas en el suelo y mover las antenitas. Estaría muy mal visto no saludar. Lo que ocurra después del saludo es harina de otro costal.  Y aquí es donde quiero llegar. Como aventurera que soy, y después del viajecito a París, hace unos días decidí repetir la experiencia, y, aprovechando el trabajo de la humana que vive conmigo, me colé en su bolso. Es arriesgado, sí, pero viendo lo que suele tardar en encontrar el móvil, las gafas de sol, o el monedero, que me encuentre a mí es casi imposible...Y si lo hiciera, de verdad que NUNCA MÁS IBA A MIRAR SU BOLSO DE LA MISMA MANERA...

Fué bastante ilustrativa la experiencia, primero por comprobar de nuevo como, a pesar de odionarnos tanto, construyen sus medios de transporte a la imagen y semejanza de las escolopendras, y lo llaman tren... Aunque la verdad, mi ego quedó satisfecho. La Diosa Escolopendra seguro que aprecia este homenaje involuntario. Y segundo, desmontar el mito de que el ser humano es un ser social por excelencia...Disculpadme pero no. Que est´´is obligados a vivir en enjambres, como las tontas de las abejas o las nazis de las hormigas no quiere decir que os adoreís los unos a los otros. Vivís juntos porque aíslados moririaís, no os queda otra. Estaís tan mal adaptados, biológicamente hablando, que no seríais capaces de vivir, desnudos, sin herramientas. Por eso os agrupaís, como los piojos. ¿De qué otra manera se explican las actitudes que observé?. Mientras mi humana se dedicaba a recibir a los viajeros, saludándoles con su mejor sonrisa (o al menos eso cree la pobre, que es la mejor que tiene), o intentando al menos establecer contacto visual, la mayoría, con gesto adusto de superioridad ni siquiera se dignaban a mirarla, alzando la barbilla. Y no es eso lo peor, la pedían información sin agitar una antena a modo de saludo. Yo empecé a retorcerme en su bolsillo. Deseaba lanzarme como el artrópodo que soy y clavarles mis mandíbulas en esos cuellos encorbatados, o introducirme en el cardado de la señorona de turno, colarme por su escote y morderle allá donde la silicona me lo permitiera.

Y luego dentro del tren fué peor...Es demasiado humillante para contarlo. Me juré no volver a repetir la experiencia. Eso sí, el trajeado del peluquín se llevó un buen recuerdo mío- Que hubiera dado las gracias tras coger un periódico- si hasta los artrópodos agradecemos, hombre, que se creen estos primates...

lunes, 20 de septiembre de 2010

La muerte de una gata

Como  buen artrópodo, de la familia de los miriápodos de toda la vida, presumo de carecer de esa sensiblería característica y estomagante de la mayoría de los humanos,  que de verdad hace rezumar el veneno de mis colmillos. No es que sea mala por naturaleza, es que si me dejara llevar por la compasión, la empatía o como quieran llamarse esos sentimientos filantrópicos que tan bien quedan en los discursos de la ONU, (y que por mi experiencia observadora están más huecos que las cabezas de muchos), me temo que acabaría más muerta que mi santa abuela, a quien no tuve el gusto de conocer ya que mi madre y tíos  la devoraron al nacer...Igual que yo hice con la mía. Las escolopendras son madres muy sacrificadas...Literalmente. Por ello, y no es por justificarme, no tengo reparos en devorar tiernos caracolitos recién nacidos ni emprender batallas  a muerte contra escorpiones y arañas para cenar o ser cenada. Soy una depredadora, la moral la dejo para otros con menos patas que yo, pero más mentirosos.

Todo este preámbulo viene a cuento porque, de vez en cuando, mi universo tan de película de Harry el Sucio (también soy cinéfila) se resquebraja por algunas de sus esquinas, y deja que algún buen sentimiento me pringue las antenas.

LLevo muchos años viviendo en esta casa, ideal para mí por sus plantas en el patio, su tejado  de vigas de madera y sus maravillosas humedades. Está habitada por humanos, claro, todo tiene un precio, pero ni ellos me molestan demasiado, porque no me han visto nunca, ni yo soy tan tonta como para hacerme notar. Quien si sabía de mi existencia era su gata, Morgana, que en alguna escapada el patio me localizó un par de veces gracias a sus bigotes y a punto estuvo de darme caza. Por supuesto que se habría llevado un buen mordisco ponzoñoso, pero poco hubiera tenido que hacer contra sus colmillos y garras afiladas. Morgana era mexicana, era lo único que se había traído su dueña de México tras vivir allí varios años. La encontró junto a su hermano, Merlín, comidos de pulgas y abandonados en un alcorque de un árbol raquítico en una ciudad del Norte de México. Merlín desapareció, o más bien le hizo desaparecer la patrona de la casa, una vieja amargada que vendía cerveza en una tiendita, y Morgana, finalmente, acabó en España. Lo que me hizo respetarla desde el primer día fué ver cómo cazaba. Era una gata atigrada, de tonos grises y  ojos verdes, de mirada noble pero también fría y sanguinaria cuando el instinto surgía, instigado por un pájaro, una langosta o una salamanquesa. Entonces sus dulces ronrroneos, sus blandos maullidos dejaban paso a su verdadera naturaleza, y nada se interponía entre ella y su presa. La observé varias veces, y no siempre tenía éxito, pero me fascinaba observar cómo su cuerpo se convertía en una maquinaria de resortes, en tensión hasta el último músculo, para, en un segundo, lanzarse con toda su fuerza en un ataque relámpago. Jugueteaba con la víctima, cruel e inocente a la vez, y a veces, llevaba el trofeo a su dueña, que lo recibía horrorizada y la llamaba asesina. Entonces Morgana, no entendiendo nada, se tumbaba al sol, meneando perezosamente la puntita de su cola, sólo la puntita negra, y, descansando después del subidón de adrenalina, reflexionaba sobre qué era lo que había hecho mal.  Sólo era un regalo, de gato, pero un regalo al fin y al cabo.  Pero también fuí testigo de su naturaleza noble y desinteresada. Allá donde iba su dueña, ella la seguía, como si fuera su sombra, o su nahual (su yo animal, así lo creían los mexicas, también me gusta la antropología). Si la humana se sentaba a leer, la gata se tumbaba en la mesa, observándola. Si pasaba las horas frente al ordenador, Morgana se hacía una bolita en su regazo...Y por supuesto estaba el momento de la cama, era su favorito, cuando se hacía hueco entre las sábanas y dormía pegadita a ella. Tengo que confesar que a veces sentía un odio enconado por la gata y  la humana. Me parecía una aberración que especies diferentes estuvieran tan íntimamente cercanas. Eso iba contra la ley de la naturaleza...Pero luego me daba cuenta que lo que sentía era una envidia abrasadora.  Pero todo esto terminó. Un día ví como la metían en su transportín y la sacaban de la casa. Cuando volvieron, el transportín estaba vacío. Los dos lloraban mucho, y yo no entendía nada. Entonces, ella empezó a repetir entre sollozos  "Morgana,no!!!  Morgana!!!" y ví que llevaba en la muñeca el collar con el cascabel. Y lo entendí todo. La cazadora había muerto. Ya era vieja, pero aún era capaz de escaparse por los tejados y volver loca a su dueña buscándola, pero estaba muy enferma, aunque no o demostraba.   Fué tan repentino que hasta a mí me afectó. Ahora las cenizas de Morgana están en una latita, enterrada en una maceta, donde crece un madroño. A veces me gusta enrroscarme en una rama y esperar allí que alguna jugosa araña se cruce por mi camino. Seguro que a Morgana la hubiera divertido verme. Descansa en paz, te lo has ganado, guerrera.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Las vacaciones de una escolopendra

Es curiosa la vida de los humanos cuya casa comparto.  Son del tipo "no tengo hijos porque no quiero cambiar mi vida" pero canalizan su amor hacia animales peludos como gatos, conejos y hasta ratas, y sin embargo, seguro que si algún día me encontraran paseándome por el fregadero o el plato de la ducha correrían a rociarme  sin piedad con las letales armas químicas que guardan bajo la pila. !!Qué bipolares!!! Abominan de sus congéneres humanos y luego se les parte el corazón cuando fallece su mascota... Eso es lo que quería contar, que, aprovechando que estaban medio drogados por el dolor tras la muerte de su gata justo antes de marcharse de vacaciones,  me colé  rápidamente en uno de los  zapatos guardados en la maleta porque me corroía la curiosidad  sobre esas escapadas periódicas de la pareja, porque, que yo sepa, los humanos no tienen que hacer largas migraciones para desovar o mudarse a latitudes más templadas cuando arrecia el frío, teniendo cubiles tan confortables.  El caso es que, tras horas de incertidumbre, sintiéndome a ratos mareada por el vaivén, a ratos al borde de la congelación y aturdida por ruidos terroríficos, llegamos a un sitio que ellos llamaban París.  Cuando deshicieron las maletas me dirigí rápidamente hacia una grieta lo suficientemente grande como para esconderme que había en una esquina y allí, tranquilamente, planear mi aventura. No quiero extenderme demasiado, no contaré las aventuras que corrí por el metro parisino perseguida por una rata negra,  ni cómo me asomé a las  fauces de una gárgola de Notre-Dame o devoré un grillo con Bertrand, una escolopendra macho francesa, exquisitamente refinado y estiloso, en las orillas del Sena, ni como la Mona Lisa me dejó indiferente o Rodin me habría hecho llorar si tuviera lagrimales. Sólo quiero comentaros que creo que he encontrado el Valhalla de las escolopendras y está bajo el pavimento de París. El subsuelo de esta ciudad inabarcable  está recorrido  por una red de túneles que ellos llaman catacumbas, donde, parece ser, por problemas de salud pública, trasladaron los miles de huesos de varios cemeterios. Imaginaos cuando mis antenitas detectaron este inmenso parque de atracciones, este Versalles Artrópodo, y sólo para mí. No necesité saber más de la Ciudad de la Luz (qué pedantes se ponen estos simios cuando quieren) cuando tenía a mi disposición tanta tierra húmeda, tanta penumbra mohosa, y, sobre todo, tantos cráneos apilados por cuyas cuencas entrar y salir, fémures y costillas exclusivamente destinados a mi disfrute. Pero todo termina, y, aunque me hubiera quedado para siempre en ese reino de la muerte, volví, sólo para contarlo. Tengo un deber para con los de mi especie. Ellos deben saber que más allá de las tristes alcantarillas, de las tuberías herrumbrosas, existe un paraíso, una tierra prometida construída con los huesos de los humanos, el reino de las escolopendras, que debemos conquistar.  Sé que me he puesto muy épica, debe ser el Jet Lag...

lunes, 9 de agosto de 2010

El Ansia

Hoy, a pesar de este calor sofocante que hace que mis patitas eviten tocar el suelo y me deslice por la sombra de las tejas y las grietas de los muros, he decidio asomarme y contaros lo que se me pasa por la cabeza en un día como hoy. Ahora que los vampiros están tan de moda, en todas sus versiones: descafeinados e insoportablemente edulcorados para el gusto de adolescentes vírgenes y adultos infantilizados; modernos con aires de estrella de rock, hipersexualizados y perversos,  de moral  relajada , algo más interesantes y,desde mi punto de vista de artrópodo, mis favoritos sin lugar a duda, los que se alimentan no sólo de sangre (que no deja de ser un fluido bastante desagradable y pringoso, y sé de lo que hablo, que los cementerios son mi residencia de verano), si no de  elementos más sutiles como la energía, la fuerza vital, el amor, la inocencia y la juventud. Qué delicatessen, qué alimento de dioses, saciarse con algo tan intangible y tan poderoso como la fuerza que nos mantiene vivos, esa materia misteriosa que todo lo impregna. El vampiro clásico es burdo y primario, no hacen falta colmillos afilados para extraer de la víctima su deliciosa esencia, y si no que le pregunten a Catherine Denéuve y a David Bowie, o a Jude Law en "El Ansia" y"La sabiduría de los cocodrilos". Hay métodos mucho mas sutiles para lograr ese alimento primordial, y desde luego mucho más demoníacos que un simple mordisco: conseguir que la víctima se entregue feliz, totalmente subyugada por el encanto del vampiro, enamorada hasta los huesos de ese ser egoísta y maléfico, de manera que no hace falta ejercer ningún tipo de violencia que contamine la pureza de la sangre. Es aterrador y hermoso, como la vida misma.

domingo, 1 de agosto de 2010

Recién llegada a este Universo

Estoy en plena fase de exploración. No es fácil salir de la madriguera y lanzarse de lleno a este cibermundo. Estoy más acostumbrada a reptar por los túneles que a escribir blogs.  Veremos cómo se da el experimento. Quizás me canse y no vuelva a asomar mis antenitas por aquí...O quizás decida quedarme y poner miles de huevecillos... Las escolopendras somos imprevisibles.