Definitivamente, algo me ha ocurrido.... Lo mas obvio es mi nuevo y flamante cuerpo. Utilizando un símil que os encantará, si antes tenía un humilde Opel corsa,, ahora tengo a mi disposición un extraordinario Ferrari. Nunca antes había sido tan rápida. Mis patas parecen no tocar el suelo cuando me abalanzo sobre mi desprevenida presa... Y eso por no hablar de mi escolopendrina, el veneno letal con el que ofrezco una muerte dulce a mis víctimas antes de devorarlas. Ahora es potentísimo... y juraría que provoca maravillosas visiones antes de morir. Al último ratoncillo que devoré se le quedó una expresión de estar disfrutando del mejor queso de su vida. O sea que les regalo una muerte placentera. Os aseguro que yo firmaba por algo así.
El cambio es más complejo de lo que imaginé. Y no me he vuelto loca. Bueno, no más de lo que estaba. El caso es que creo, o mas bien, tengo la certeza de que se ha establecido una conexión, un canal de comunicación entre la humana y yo. Que cómo lo sé, os preguntareís. Pues muy fácil.... por los sueños que estoy teniendo últimamente.... O quizás debería lllamarlos visiones. Veo por sus ojos, oigo lo que oye, siento lo que siente... Y todavía no sé si me horroriza o me fascina, o las dos cosas a la vez.
Ocurre cuando caigo en un sueño profundo, casi siempre después de un festín... La primera vez que me ocurrió fué después de mi viaje por algunas de las múltiples dimensiones del universo. Después de una pantagruélica orgía culinaria (por favor no sabía que se podía tener TANTA HAMBRE después de un viaje astral), me sumí en un dulcísimo sueño. Me envolvía una aterciopelada negrura onírica, mullida, silenciosa y cálida. Entonces empecé a escuchar un sonido sordo, muy lejano, como el zumbido de una colmena. Y empecé a ver un minúsculo punto de luz, que se fué agrandando a medida que el sonido se hacía más audible. Y de repente, tenía dos manos con cinco dedos, y sólo dos patas... perdón, piernas... Y estaba enmedio de una multitud de humanos, que caminaban apresurados por un andén de una estación de ferrocarril.
"Si señor, claro, este es el tren que va a Cádiz. Puerta 3 asiento 6A"... !Casi se me para el corazón! ...Era yo, mi voz, lo que estaba escuchando... Veía claramente la estación de Atocha, y a pesar de no haberla visto jamás tan claramente, porque siempre que había acompañado a la humana lo había hecho escondida, la conocía con todo lujo de detalles. Comprendí que tenía acceso a su banco de recuerdos, al enorme archivo de imágenes, datos, sentimientos, conocimientos, vivencias que se alojaban en su cerebro. Toda la realidad que la rodeaba era la mía, y la comprendía tan bien como ella... Era una situación prodigiosa, con innumerables posibilidades para mí... ¿Podría yo influir de alguna manera en las decisiones que tomara la humana?, ¿era ella consciente de que yo estaba en su mente? ¿cuando ella durmiera entraría en la mía? ¿qué pasaría si las dos dormíamos al mismo tiempo?. Sentí un maravilloso vértigo. El mundo se hacía más grande por momentos, a medida que iba entendiendo las implicaciones de lo que me estaba pasando.
De improviso, ella se subió al tren. Me rodeó la fría luz artificial. Veía las cabezas de los viajeros, sentados en sus asientos. Las puertas se cerraron con un pitido intermitente. Y en ese momento, con un sobresalto, desperté. Las dimensiones de mi mundo volvían a estar a mi escala, a ras de suelo. Me sentí algo contrariada, pero sólo un poco. Tenía que esperar. La aventura volvería a comenzar... Hola mundo homínido, soy una escolopendra y a veces estoy entre vosotros...
Impresionante,sigue sigue,el mundo de los humanos es increíblemente decepcionante y variopinto.
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