miércoles, 23 de octubre de 2013

Namasté, homínidos, namasté...

¡Namasté, namasté, mis  contradictorios  y desvalido seres humanos!... Aprovechando que el  otoño de nuevo reaparece con su dramático despliegue de colores ocres, rojo sangre (mi favorito, sin duda, no puedo evitarlo) y oro viejo, vuelvo a ponerme en escena, ya que  se acerca la  despiadada y bella Dama Blanca con sus nieves y sus carámbanos de hielo resplandecientes y el mundo que me rodea se sumirá en un silencio mortuorio y aunque hibernar ya no es un fundido en negro en mi vida, probablemente tenga pocas cosas interesantes que contar... Además, esta luz dorada, este aroma a tierra mojada despierta en mí mi acusada tendencia reflexiva, me ayuda a ordenar mis erráticos pensamientos, y  bueno, creo que es hora de contaros cosas, que pueden interesaros o no, pareceros más o menos aburridas... Pero por favor, tened en cuenta una cosa:  que yo sepa, soy la única escolopendra capaz de conectarse telepáticamente a una humana, la primera y quizás la última... Y eso tiene su mérito.

Durante un mes entero he tenido unas visiones tan absolutamente impactantes que he necesitado casi medio año para entenderlas, ordenarlas en mi cabeza, digerirlas, y convertirlas en algo inteligible para los demás.

Era mediados de febrero, todavía hacía un frío siberiano, y mi estado de hibernación me permitía tener un acceso continuado a la vida de la humana... Pero no os equivoquéis, de emocionante no tenía nada... Eran sucesivos días de subir y bajar de trenes, trasiego de homínidos machos encorbatados y hembras de escotes imposibles , de gesto adusto y maneras de piara de jabalíes hambrientos, madrugones, prisas  y   cansancio.... No hace falta deciros la de veces que recé a la Diosa Escolopendra agradeciéndole haber nacido miriápodo... Pobres seres humanos, encerrados en absurdas vidas,  absurdas rutinas, corriendo de un lado a otro perseguidos por el tic tac de un reloj tiránico...

Pero un día todo cambió... La humana lanzó su patético  y deprimente disfraz del trabajo al cesto de la ropa sucia, y me llevó al viaje de mi vida de escolopendra... Si, hermanos insectos, arácnidos, miriápodos... He visto cosas que no creeríais... Sobre todo la estirada avispa que vive bajo el alero del tejado. Esa señoritinga de maneras aristocráticas y cinturita minúscula jamás podría aceptar como cierto lo que os voy a contar. La estrechez de su cintura es proporcional a la de su mente... Pero vosotros humanos,con cerebros esponjosos y flexibles sabéis que digo la verdad. La India ha sido el descubrimiento de mi vida. Y quizás estáis presenciando una transformación única : la primera escolopendra budista.

Como no quiero apabullaros, tomad esta diatriba como un aperitivo, una introducción de lo que voy a contaros. Por hoy ya está bien. Sólo os adelanto que la India es lo más cercano a un hormiguero gigantesco, por eso no me he sentido ni un momento fuera de lugar. Humanos comportándose como una inmensa colonia de insectos. Muy interesante...