sábado, 2 de abril de 2011

La vuelta a la vida

Esta mañana he resucitado de nuevo. Cada invierno, cuando el sopor maravilloso de esa casi muerte que es la hibernación  hace que mis constantes vitales queden prácticamente paralizadas, me pregunto si despertaré, si  después de los fríos meses veré  la maravillosa primavera, repleta de jugosas arañas, saltamontes y hasta alguna rosada cría de ratón con las que darme un banquete después  del  ayuno. Pues bien, parece que sigo viva. No sé que misterioso mecanismo pone de nuevo en marcha la maquinaria de mi cuerpo. Sólo sé que he empezado a sentir un calor muy agradable, mis patitas se han empezado a agitar, y he sentido un hambre absolutamente atroz. Me he desperezado con cuidado, sobre mi lecho putrefacto de hojas y barro que  tan bien me ha protegido del frío, y he asomado mis antenas a la luz. Hace un día glorioso, las macetas del patio están verdes y frondosas, ha debido llover hace poco, porque la tierra está esponjosa y aromática...

 !!Qué agradable sorpresa!!, este año hay tulipanes amarillos y blancos en el poyete de la ventana. Adoro la delicada belleza de las flores... Y el maravilloso sabor de la sangre fresca...Acabo de devorar una araña gorda que acechaba a una mosca. Mala suerte para ella, son las reglas del juego. A mí también me tocará, alguna vez, alimentar a las espantosas y gritonas crías de algún mirlo. Sólo espero que sea rápido, no aspiro a vivir para siempre, qué aburrimiento.

Con mi estómago lleno,  se ha despertado la curiosidad que, hace que mi vida sea más interesante. Si me limitara a vivir  como una escolopendra corriente, probablemente pasaría mi vida cuidando una veintena de huevecillos, cazando de vez en cuando y escabuyéndome en las grietas de las paredes. Pero yo no soy así.

Me he colado en la cocina, aprovechando la grieta que sigue abierta en un rincón, y he visto que los humanos están en casa. Siguen igual, con sus rutinas y sus miserias. Están viendo las noticias, y por sus caras aterradas, debe haber pasado algo sobrecogedor. No son capaces de seguir comiendo, ni siquiera de hablar, sólo miran la pantalla de ese invento que me fascina. Confieso que me encanta asomarme al mundo humano mediante este medio. Es asombroso todo lo que se puede aprender de ellos sólo viendo sus programas. El caso es que he prestado atención a lo que les mantenía tan absortos, y por una vez, he estado muy cerca de comprenderles.   Las imágenes no son muy nítidas, y quien estaba grabándolas  temblaba visiblemente, lo que quizás daba más dramatismo a la escena. Se veía el mar, pero no el mar azul y apacible de las postales. Lo que estaba delante de mis ojos era una masa de agua negra,en ebullición, con vida propia y enfurecida, fuera de control,  que con una ira absolutamente sobrenatural arremetía contra edificios, arrastraba barcos,  puentes, coches, vías de tren, todo lo que se ponía a su paso . Y allí estaban los seres humanos, minúsculos y vulnerables, subidos en  los tejados de los edificios, supongo que aterrados, rezando a sus dioses y preguntándose si el bloque de pisos resistiría.  Me he quedado hipnotizada,  sin poder controlar el  movimiento nervioso de mis antenas, viendo como todas las infraestructuras que con tanta inteligencia han levantado eran arrasadas con una facilidad pasmosa, y he sentido una profunda lástima por esos pobres humanos, porque también dentro de ellos algo se estaba reduciendo a escombros: la convicción de controlar sus vidas, la falsa seguridad de haberse creado la ficción de una existencia ordenada y predecible, de tener domesticada la Naturaleza.  Si hay algo que toda escolopendra, hasta la más tonta, que también las hay, sabe,  es la incertidumbre de la vida y la aterradora esencia de la Naturaleza, la madre de todos nosotros. Yo eso lo sé, porque todos los años presencio, y a veces vivo, catástrofes que os pasan desapercibidas: llueve y se inundan los hormigueros, y mueren a miles las estúpidas obreras y las estúpidas reinas. Hay incendios y los conejos se abrasan, los pájaron caen a plomo con los pulmones quemados. El viento arranca las ramas de los árboles y los huevos se estrellan contra el suelo. Así son las cosas. Nosotros lo sabemos y lo aceptamos. Vosotros, tontos, tontos humanos, lo habeís olvidado. Y por eso me dais tanta lástima.

1 comentario:

  1. se te echaba de menos escolopendra!! me alegro que hayas salido de tu hibernación!!
    espero impaciente nuevas aventuras!

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