martes, 19 de mayo de 2015

BE AUTHENTIC, MY FRIEND



Llevo unos meses teniendo sueños extraños… La verdad, no sé si llamarlos visiones o sueños. Son tan reales que me despierto con el corazón latiendo desbocado,  como si acabara de perseguir un apetecible grillo entre la hierba. No son pesadillas, ni mucho menos. Son más bien experiencias, podríamos llamarlas así, místicas. Me importa bien poco que penséis que estoy algo ida o que mi capacidad de diferenciar la realidad de lo imaginario se está difuminando peligrosamente. En primer lugar, porque estas visiones no me pertenecen estrictamente hablando: están originadas en el cerebro de la humana a la que estoy unida debido a una casualidad cuántica y a las que accedo en mis períodos de sueño o meditación.  Las escolopendras meditamos más de lo que podríais imaginar… y en segundo lugar, si fuerais capaces de saber lo que yo sé, que lo que vosotros llamáis realidad es un tejido formado por miles de pliegues y esquinas, recovecos donde acechan las cosas más inimaginables que sólo pueden ser percibidas por  consciencias elevadas como las de los miriópodos,  los perros y las lombrices, inmediatamente borraríais  la palabra “loco” de vuestros diccionarios y  miles de psiquiatras se quedarían desempleados.
Desconozco qué extraños c aminos está transitando la humana, pero puedo aseguraros que me lo esto pasando realmente bien, tanto que hasta me estoy haciendo adicta a las semillas de ciertas plantas que me permiten dormir más horas de las que necesito.
Pero me estoy desviando de lo que quería contaros… esas visiones místicas tendrán que esperar. Como siempre, os doy una probadita para que os quedéis  sufriendo, expectantes, deseando saber más.  No puedo evitar mi naturaleza, exquisitamente malvada . ..Y sé que os encanta, pequeños masoquistas.
Me encontraba acechando una cochinilla, con algo de desgana. Su carne no es de las que más me entusiasma, resulta un poco desabrida, pero mis patitas me pedían a gritos algo de ejercicio. Demasiadas tardes  sumida en el ensueño me estaban convirtiendo en una mera yonqui  de experiencias ajenas, como una vulgar y decadente fumadora de opio. Ya empezaba a notar la electricidad recorrer mis nervios hasta la punta de mis patas, listas para lanzarse en un sprint mortal. La escolopendrina empezaba a acumularse en mis forcípulas, preparada para ser inyectada… Entonces, algo ocurrió que me sacó de mi estado de ataque letal. Justo ante mis ojos apareció mi archienemiga , Rata de Alcantarilla, la que más de una vez me ha robado alguna presa y me ha hecho huir, herida en mi orgullo y con las tripas vacías, que es mucho peor. Por supuesto, la cochinilla se replegó sobre sí  misma formando una perfecta esfera,  y rodó  aprovechando la pendiente,  para desaparecer en una oscura grieta del suelo.
 Rata de Alcantarilla (R.A. a partir de ahora) y yo somos viejas conocidas, y nos odiamos cordialmente.   La verdad, ella tiene motivos  más que sobrados para  guardarme poca simpatía: hace unas cuantas primaveras, aprovechando su ausencia, me merendé a un par de sus hijitos. Aún salivo recordando su dulcísimo sabor. Pero, en el fondo, me entiende: ella habría hecho lo mismo a la menor oportunidad… Más bien, lo ha hecho ya varias veces. Y dentro de su propia familia. Que le pregunten a su prima, Rata Tuerta.   
R.A. se quedó mirándome unos segundos, alzada sobre sus patas traseras. Se estaba riendo  como hacen las ratas, moviendo los bigotes y entornando los ojillos brillantes. Estaba encantada de  haberme dejado sin aperitivo. Para seguir con el ritual, yo también alé mis seis pares de patitas delanteras, fingiendo que me importaba. R.A., satisfecha, dio media vuelta y, con una agilidad que siempre me sorprende, trepó a la pared y desapareció por el tejado. Me retiré a mi guarida y empecé a reflexionar sobre el encuentro. R.A. y yo tenemos muchas cosas en común, que no voy a enumerar para no aburriros… Pero lo que más destaca, y a lo que quiero llegar desde hace ya largo rato, es que tenemos una gran virtud compartida: somos auténticas.  
Aquí voy a empezar a hacer lo que acostumbro: demostrar la superioridad de la raza miriópoda en particular y de todas las especies animales en general sobre la humana.
Empecemos por la definición de auténtico:
“Auténtico: adj. Coloq. Consecuente consigo mismo, que se muestra tal y como es. Honrado, fiel a sus orígenes y convicciones.”. R.A.E.
 Que un homínido haya sido capaz de escribir esta definición y quedarse satisfecho de sí mismo me provoca tales carcajadas que me duele el estómago…vamos, que me parto la caja. Si hay una especie más alejada de la autenticidad, maestra del disimulo y de la artimaña, esa es la humana. Quizás vuestros primos Neanderthales, a los que tanto denostáis en los estudios antropológicos lo fueron. Pero vosotros lo perdisteis por el camino.

R.A. es una rata vieja, con el pelaje ralo y sin lustre, que empieza a tener problemas de artritis en su pata trasera izquierda. Es una perfecta desalmada, incluso para los parámetros rateros. La veo muchas veces escabullirse, cojeando ligeramente, entre las sombras, con algo vivo (que dejará de estarlo en segundos), retorciéndose y chillando entre sus mandíbulas.  Si alguien intenta acercarse cuando está devorando su presa, atacará sin piedad, sea su hija, su hermana o un adorable  y peludo cachorrillo de rata. Ella es su primera preocupación y siempre lo será, por encima de todo. Y así lo muestra al mundo, le pese a quien le pese. A mí, particularmente, me fascina. Ser auténtico, normalmente, no tiene más puntos de referencia que los que uno se pone.  La palabra clave es consecuente consigo mismo… Que luego seas un santo varón o un  perfecto desgraciado es irrelevante. Lo que marca la diferencia es que seas lo suficientemente valiente como para clavar las garras en la tierra y aceptar lo que eres, sea cual sea tu naturaleza y eso, queridos, tiene un peaje elevadísimo que pagar. Vosotros rara vez estáis dispuestos a hacerlo. Preferís ser meras copias de copias, grises repeticiones cada vez de peor calidad, piececitas idénticas encajadas a la perfección en un sistema mediocre, que anula vuestras almas y espíritus . Porque ser auténtico está basado en vuestra naturaleza salvaje,  una naturaleza que lleváis milenios escondiendo, asfixiando, bajo capas de civilización inquisitorial. Ser auténtico es saber reconocer vuestros fallos, vuestras virtudes, vuestras miserias, vuestras grandezas y no temer mostrarlas, aún cuando el coro de cotorras  se burle a grito pelado, aún cuando la Santa Madre Iglesia os condene a la hoguera por herejes, y los niños huyan despavoridos, llorando al ver vuestra alargada sombra.  La autenticidad da mucho miedo a los que no están preparados, porque la responsabilidad de la propia vida pesa como un saco de piedras sobre vuestras espaldas. Y sois demasiado perezosos como para cargar con él. Vivís en un mundo de espejos deformantes, pobres humanos. Seguid posando delante del Moisés de Miguel Ángel  con un palito de selfies… porque lo que más os importa es  ver vuestra imagen y mostrarla a los demás, no la obra de arte que me conmueve hasta las lágrimas. Seguid siendo incapaces de afrontar vuestra mezquindad. Seguid traicionando a los amigos. Seguid abandonando a los ancianos. Seguid destrozando un planeta que no es vuestro. Seguid masacrando a los animales.  En definitiva, seguid negando vuestra verdadera naturaleza. Seguid matando vuestra alma. Porque entonces, cuando vuestro mundo artificial esté reducido a montones de plástico retorcido y cenizas,  y vaguéis sin rumbo como hojas muertas arrastradas por el viento,  lo auténtico recuperará el lugar que pertenece.  

miércoles, 31 de diciembre de 2014

!Bienvenidos a Muertelandia¡

Sé que habéis estado en un sin vivir, contando las horas, los minutos, esperando mi nueva entrada... Es ironía, queridos. Bastante bien sé las fechas que son.  Lleváis casi dos meses inmersos en la pornografía del consumo, en la celebración del nacimiento del dios al que luego clavaréis a una cruz, como si fuera un adorno navideño de esos que tanto os gustan...  No prestáis atención más que a vuestros estómagos repletos de cadáveres de animales, las verdaderas víctimas de vuestras celebraciones. Pero no voy a caer en la obviedad de criticar vuestras fiestas religiosas justo ahora. Tengo que dosificar mi exquisito veneno para  continuar donde me quedé... Oh, Benarés... Varanasi, la ciudad preferida de Shiva... El Parque temático de la Muerte... Bienvenidos a Muertelandia.
Llegamos después de una larga noche en un tren deliciosamente antiguo, de esos que no tienen ninguna prisa en llegar a destino, porque saben que lo importante del viaje es el camino, atravesar campos, ríos, poblados, espantar bandadas de pájaros y esquivar las pedradas de los niños que no tienen nada mejor que hacer... 
Y ahí estaba, Varanasi para los nativos, Benarés para los turistas. Cerrada en sí misma, de calles estrechas y laberínticas,  celosa de su intimidad,  negándose a que los extraños la conozcan nada mas llegar...   Mi sentido de la orientación, como miriópodo, es  excelente, pero encerrada en el cuerpo humano dejaba muchísimo que desear. Así la primera sensación que se experimenta es la de estar perdido, no te queda más remedio que caminar sin saber a dónde te diriges, hasta que aparece un extraño que te guía a dónde quieres llegar.  Afortunadamente,  y para mi sorpresa, existen en todas las partes del mundo... Las personas amables y desinteresadas, que se apiadan de la mirada indefensa del extranjero, te ponen bajo su ala protectora y te dejan sano y salvo en el hotel que buscas.  Entonces, una vez encontrado tu centro de referencia, empieza el juego del descubrimiento. Para mí hubiera sido mucho más fácil... mi perfecto cuerpo se habría deslizado por grietas, trepado por paredes, escabullido entre las patas de las vacas, que por cierto, parecían más numerosas aquí.. ¿o es que las callejuelas eran más estrechas?.. En fín tampoco me iba a poner quisquillosa, al fin y al cabo, era un viaje gratis. 
La gran sorpresa fué el Ganges, el sagrado Ganga, más parecido a un mar que a un río. De color plomizo brillante, majestuoso... y totalmente contaminado. Para los indios,  la salvación se encuentra en sus aguas...  Y aquí, queridos y queridas, es dónde se encuentra la entrada al parque temático.  En las riberas escalonadas del río  o Ghats, es dónde se desarrolla el  mayor espectáculo del mundo dedicado a la muerte. Personalmente siempre me ha parecido, lo he dicho ya muchas veces, que le dais demasiada importancia a eso de morirse, aunque puedo llegar a entenderlo...  Vuestro inflado Ego os domina.Y de verdad, desde mi privilegiada mente, comprendo el complejo ritual y las profundas razones religiosas que llevan a los hindúes a querer ser  reducidos a cenizas y esparcidos en su río sagrado... Pero... (pausa dramática... Me encanta ser teatral, no puedo evitarlo)...cuando pasamos de la delicada línea espiritual al trazo grueso de lo religioso...Señores y señoras, entra en juego el Espectáculo, la Exhibición y su hermana bastarda, la Codicia. No os escandalicéis, mis adorados homínidos. No estoy siendo racista. No es exclusivo de la India. Cualquier religión establecida institucionalmente tiene su despliegue de medios, su coreografía, decorados, incluso sus grandes Divas... ¿O los dorados y púrpuras de los sucesivos santos padres no son propios de Drag Queens encumbradas? ¿y esas cuidadísimas barbas cayendo en cascada sobre chilabas de ricos tejidos de los Imanes musulmanes no merecen aparecer en pantallas HD? ¿y los maravillosos bucles, envidia de Shirley Temple, de los Rabinos?... Eso por no hablar del maravilloso colorido de las túnicas budistas, que destacan las brillantes calvas de los lamas...
Cada gran religión tiene su  particular parque temático.  Y el fin último de todos los parques temáticos es recaudar. El de los cristianos, sin lugar a dudas, se lleva la palma en cuanto a escenografía: el arte, en todas sus  esplendorosas manifestaciones, puesto totalmente a su servicio. Si lo tuyo es la culpa, el sufrimiento, el arrepentimiento,cuidadosamente incrustados en tu cerebro desde que eres un inocente niño, visita el Vaticano. No te defraudará.  Y quizás tengas suerte, si eres un jovenzuelo puede que te dejen besar la mano de algún sacerdote. Lo que pase luego quedará entre tú, él y dios.
Si, por el contrario, te van las emociones fuertes,  deseas ardientemente expandir una fe anclada en la edad media, eres austero, y preferentemente hombre, o en su defecto, perfecta mujer sumisa... Visita la Meca y pégate un par de vueltas a la Kaaba. Puede que mueras aplastado por una avalancha humana, pero estarás prácticamente en el paraíso... ¡Y el AVE no tardará en llegar! 
!Y los judíos¡... El pueblo elegido, el favorito de dios. Que seguridad da saberse el ojito derecho del creador.    Si eres de los que coge lo que cree que es suyo, que para eso te lo ha dicho dios, sin importar que sea de otro, si te encantan los sombreros negros tipo cordobés y sobre todo, lamentarte porque los demás no te entienden.. .Este es tu lugar. Jerusalén te ofrece la oportunidad de darte de cabezazos contra el Muro de las Lamentaciones. Pide y se te dará... Eso sí, cuidado con lo que dices, que son muy sentidos y todo se lo toman muy a pecho. No sea que se les escape una bala.
El siguiente gran parque temático religioso puede engañarte por su aparente sencillez. !Qué remedio les queda, si los chinos les expulsaron de Lasha  y se quedaron con todo Tibet¡. Pero no os preocupéis, que los budistas han sabido encontrar su sitio en el norte de India... y van ganando adeptos a la chita callando. Nunca os fiéis del calladito de la clase, y menos si no para de sonreiros. Si sois occidentales,  estaís asqueados de ser la minoría privilegiada del planeta con acceso a agua potable,  tiráis manjares que no os apetece comer,  el lujo os rodea,  vuestro mayor problema es controlar la báscula y os sentís tan culpables que ni os apetece compraros la última tablet de Apple, peregrinad al prehimalaya, a Dharamsala. Allí os mostrarán que mediante el desapego, la meditación y la aniquilación del ego la rueda del karma se para... Y luego podeís regresar a vuestra vida de lujos y comodidades, con una resplandeciente aura de calma y serenidad... Eso sí siempre desde el desapego.
Como habréis observado, me dejo mi favorito para el último lugar... Muertelandia es lo más trendy para el turista espiritual, normalmente de raíces cristianas. Para ellos la muerte suele ser un tabú absoluto. Cuando no queda otra que enfrentarse, cara a cara, con la muerte, no se te ocurra decir "muerto"... Di "fallecido". No hables del "cadáver", si no del "cuerpo presente"... Y por favor, ni se te ocurra mencionar el hecho de que ha muerto... Ha pasado a mejor vida. Y bueno, hay que ver qué maquillajes, qué retoques, qué estilismo capilar, qué manera de preparar al...¿muerto?... Si tiene mejor cara que cuando estaba vivo. Con esa lozanía en la piel, ese color a manzana recién cogida... ¡Enterrarle parece un asesinato!.
Por eso, aquellas almas inquietas que buscan ponerse en contacto con la realidad más cruda, esos que buscan el despertar catártico, visitan Benarés. Hay que ver un muerto  auténtico antes de que tú te conviertas en uno. Y una vez allí, te garantizo que tendrás mil oportunidades  de ver cadáveres. Previo pago, un guía te llevará encantado hasta donde pueden llegar los turistas, donde almacenan la leña para las piras funerarias y de paso, te señalarán que bajo esa mugrienta sábana,  tirado en un rincón, hay un cadáver recién fallecido. Gracias por la información.
Te hablará de las maravillas de la madera  aromática que utilizan, que evita los olores desagradables del cuerpo al ser churruscado, de que los más pobres no tienen acceso a la leña y son lanzados tal cual al río, envueltos en una simple tela... En fín, que tu necesidad de ver restos humanos en todos los estados de putrefacción va a ser completamente satisfecha. Es más, llegará un punto en el que serás capaz de comerte un bocadillo de gallinejas , tranquilamente,contemplando cómo flota, lánguidamente, lo que queda del que fué un ser humano como tú.
Por si  fuera poco el espectáculo cadavérico, los sadhus  aportan colorido, es un decir,  y más dramatismo si cabe. Son los grandes showmen de los ghats del Ganges. En teoría, los sadhus son hombres santos, ermitaños que viven solitarios, renunciando a los placeres y a las posesiones terrenales.  Aparte de su impactante aspecto, básicamente ir desnudos, cubiertos de ceniza y con unas larguísimas melenas y barbas, pueden mostrar su santidad de muchas maneras: no hablando jamás; dejándose de cortar las uñas; renunciando a tocar el suelo por lo que viven suspendidos en una especie de columpio; colgándose pesas de los testículos... La imaginación es el límite. 
Como cualquier parque temático que se precie, los tenderetes de los shadus se suceden unos tras otros, buscando atraer al turista místico de turno al que fascinar e iluminar con su sabiduría. Lograr el mejor lugar es motivo de riñas. Aún los hombres santos pierden los papeles de vez en cuando. Además, renunciar a lo material no implica no poder llevar unas flamantes Rayban  o el último modelo de smartphone. Si el agradecido extranjero insiste en regalártelas que vas a hacerle...Así le ayudas al desapego.

Ahora, con toda esta información, mis queridos humanos, elegid el parque temático que más os atraiga. Hay donde elegir. Pero no os engañéis, queridos... Divertíos un rato, ilusionaos pensando que allí encontrareis el sentido, haceros fotos con los encantadores  y coloridos dioses hindúes, besad el pie incorrupto del santo de turno, tocad las campanas tibetanas, rezad mirando a la Meca... Al final, todo es lo mismo. Y el verdadero dios  lo encontraréis dentro de vosotros. Se llama Átomo... La Gran Escolopendra así lo reveló.

domingo, 31 de agosto de 2014

Delhi, demasiado real para ser verdad

Seguramente más de uno haya alzado una ceja y esbozado una sonrisita de incrédula displicencia al leer lo de “escolopendra budista” de la entrada anterior… Mucho me temo, queridos humanos, que tenéis un preocupante problema de ego. Desde que las religiones monoteístas (por cierto, un soberano aburrimiento) creadas por vosotros mismos, implantaron en vuestros cerebritos de primates la absurda idea de superioridad intelectual, moral y espiritual, al resto de los seres vivos que poblamos este maravilloso y terrible planeta nos ha tocado el papel de bestias esclavas de las pulsiones del instinto. Cierto que no nos andamos con rodeos a la hora de seguir los dictados de la biología… pero deberíais miraros a vosotros mismos, hace unos cuantos miles de años, o sea, antesdeayer, cuando en las cuevas devorabais a dentelladas carne cruda y  de postre copulabais despreocupadamente… No hace tanto que éramos iguales. Incluso ahora, queridos, debajo de las capas de buenas maneras y convenciones sociales, late vuestra bestia antigua, agazapada en vuestro rincón reptil del hipotálamo… Adelante, tragaros el orgullo y buscad en la Wikipedia, como he hecho yo.
            La espiritualidad no es vuestro patrimonio. Nadie mejor que nosotros comprende la magia de la vida, el misterio insondable de la existencia, la grandeza de formar parte del Sagrado Mecanismo. Cada uno de nosotros ocupa su sitio en el delicado tejido de la Telaraña Universal, y lo sabemos desde el momento que respiramos por primera vez... A vosotros, mucho me temo, os ha llevado cientos de años llegar a ello, y salvo honrosas excepciones, las religiones poco o nada han contribuido, muy por el contrario, os han separado de vuestra naturaleza primordial. Por eso estáis tan perdidos, pobres seres desvalidos, y no podéis esconderlo, porque os he visto, queridos, os he visto…
            El descubrimiento fue en ese gran hormiguero del que os hablaba llamado India. Hasta que no lo presencié con los ojos prestados de la humana jamás hubiera podido imaginarlo… Es decir, he visto multitudes afanándose en ciudades, pero no dejaban de ser la suma de individuos. Aquí era distinto… Guardaba un extraño parecido a un enjambre, a una comunidad de insectos que comparten una frenética y misteriosa tarea común: moverse sin parar, en ríos humanos, sin ningún orden ni concierto aparente. Las únicas que parecían saber dónde iban eran las apacibles vacas de ojos sabios, que transitaban con paso calmado ajenas al pitido incesante de los rikshaws, de los coches desvencijados, a los empujones de las personas que, una vez establecida su trayectoria, ninguna fuerza del universo era capaz de apartarlas de ella.
            Noté cómo la humana se mareaba un poco ante esta efervescencia de vida, y tengo que reconocer que yo también… Hasta los colores de los ropajes tenían un extraño poder intoxicante, tan intensos que las retinas parecían doler. La sensación que tuve, era que aquí era todo tan extremadamente real que parecía falso, no sé si me explico… Es como cuando ves el azul del cielo de un decorado. Tan perfecto, tan intenso, que no puede ser verdad.
            Lo que desde luego era verdad, sin embargo, era el olor. Incluso para mí, que no soy nada exquisita, a veces era demasiado… y eso que no le hago ascos a la carne podrida de vez en cuando. Mi madriguera, en la que paso largos períodos de tiempo huele a brisa primaveral comparada con las estrechas y sombrías callejuelas de las ciudades indias. Pero bueno, quién soy yo para criticar la  baja sensibilidad olfativa de estos humanos.
            Los primeros días en Delhi (ya me había enterado cómo se llamaba la ciudad), fueron vibrantes y extraños… Gente por todos lados, bullicio, cabras, vacas, niños mendigos de espectaculares ojos negros, vendedores de incienso, perros sarnosos excepcionalmente pacíficos, montañas de verduras artísticamente colocadas sobre una esterilla en el suelo, apresuradas comitivas funerarias llevando a hombros el cadáver envuelto en una sencilla tela, flores amarillas decorando cientos de altares dedicados a cientos de dioses….  Y todo este bombardeo incesante de estímulos de todo tipo, capaz de volver loco a más de un occidental, era lo considerado como normal. Gracias a mis  pasadas experiencias extracorpóreas me resultó sin duda más fácil encajar lo que estaba viviendo sin querer hacerme un ovillo y esconderme en la primera hendidura que encontrara.
 La grata sorpresa fue sin duda las habitaciones de los hoteles, por llamarlos de alguna manera,  que eran como un cinco estrellas superior para escolopendras.     Imaginaos: oscuras, húmedas, cálidas, sin iluminación apenas, con cientos de grietas y desconchones donde dormitar… Y lo mejor, un buffet permanente de las mejores cucarachas, moscas, arañas, hormigas y una variedad asombrosa de delicatessen exóticas con las que podría haberme deleitado todo el viaje si mi cuerpo real hubiera estado allí.  Obligar a la humana a comerse una crujiente cucaracha estaba, sin lugar a dudas, completamente fuera de mis posibilidades, aunque a veces la sorprendía mirando con demasiada atención  algún insecto especialmente apetecible…  En definitiva, deberían incluirlos en la guía Michelín para miriápodos. 

             Después del primer choque, cuando ya lo extraordinario pasó a ser  ordinario, empecé a enterarme de cosas interesantes y sorprendentes. Parece ser que  India es el destino  favorito de aquellos viajeros que buscan la experiencia espiritual de su vida… Es cierto que vi que muchos viajeros, la mayoría europeos y americanos, en resumen, los considerados como pertenecientes a la cultura occidental, tenían un denominador común: una mirada absolutamente fascinada con toques de enajenación.. No descubrí la causa hasta la siguiente parada… Varanasi o Benarés Y ahí es a dónde yo quería llegar,  pero lo dejamos para la próxima ocasión queridos…  ¿Podréis esperar ante mi siguiente despliegue de sabiduría … Creo que sí.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Namasté, homínidos, namasté...

¡Namasté, namasté, mis  contradictorios  y desvalido seres humanos!... Aprovechando que el  otoño de nuevo reaparece con su dramático despliegue de colores ocres, rojo sangre (mi favorito, sin duda, no puedo evitarlo) y oro viejo, vuelvo a ponerme en escena, ya que  se acerca la  despiadada y bella Dama Blanca con sus nieves y sus carámbanos de hielo resplandecientes y el mundo que me rodea se sumirá en un silencio mortuorio y aunque hibernar ya no es un fundido en negro en mi vida, probablemente tenga pocas cosas interesantes que contar... Además, esta luz dorada, este aroma a tierra mojada despierta en mí mi acusada tendencia reflexiva, me ayuda a ordenar mis erráticos pensamientos, y  bueno, creo que es hora de contaros cosas, que pueden interesaros o no, pareceros más o menos aburridas... Pero por favor, tened en cuenta una cosa:  que yo sepa, soy la única escolopendra capaz de conectarse telepáticamente a una humana, la primera y quizás la última... Y eso tiene su mérito.

Durante un mes entero he tenido unas visiones tan absolutamente impactantes que he necesitado casi medio año para entenderlas, ordenarlas en mi cabeza, digerirlas, y convertirlas en algo inteligible para los demás.

Era mediados de febrero, todavía hacía un frío siberiano, y mi estado de hibernación me permitía tener un acceso continuado a la vida de la humana... Pero no os equivoquéis, de emocionante no tenía nada... Eran sucesivos días de subir y bajar de trenes, trasiego de homínidos machos encorbatados y hembras de escotes imposibles , de gesto adusto y maneras de piara de jabalíes hambrientos, madrugones, prisas  y   cansancio.... No hace falta deciros la de veces que recé a la Diosa Escolopendra agradeciéndole haber nacido miriápodo... Pobres seres humanos, encerrados en absurdas vidas,  absurdas rutinas, corriendo de un lado a otro perseguidos por el tic tac de un reloj tiránico...

Pero un día todo cambió... La humana lanzó su patético  y deprimente disfraz del trabajo al cesto de la ropa sucia, y me llevó al viaje de mi vida de escolopendra... Si, hermanos insectos, arácnidos, miriápodos... He visto cosas que no creeríais... Sobre todo la estirada avispa que vive bajo el alero del tejado. Esa señoritinga de maneras aristocráticas y cinturita minúscula jamás podría aceptar como cierto lo que os voy a contar. La estrechez de su cintura es proporcional a la de su mente... Pero vosotros humanos,con cerebros esponjosos y flexibles sabéis que digo la verdad. La India ha sido el descubrimiento de mi vida. Y quizás estáis presenciando una transformación única : la primera escolopendra budista.

Como no quiero apabullaros, tomad esta diatriba como un aperitivo, una introducción de lo que voy a contaros. Por hoy ya está bien. Sólo os adelanto que la India es lo más cercano a un hormiguero gigantesco, por eso no me he sentido ni un momento fuera de lugar. Humanos comportándose como una inmensa colonia de insectos. Muy interesante...

lunes, 10 de diciembre de 2012

Dentro de tu cabeza

Definitivamente, algo me ha ocurrido.... Lo mas obvio es mi nuevo y flamante cuerpo. Utilizando un símil que os encantará, si antes tenía un humilde Opel corsa,, ahora tengo a mi disposición un extraordinario Ferrari. Nunca antes había sido tan rápida. Mis patas parecen no tocar el suelo cuando me abalanzo sobre mi desprevenida presa... Y eso por no hablar de mi escolopendrina, el veneno letal con el que ofrezco una muerte dulce a mis víctimas antes de devorarlas. Ahora es potentísimo... y juraría que provoca maravillosas visiones antes de morir. Al último ratoncillo que devoré se le quedó una expresión  de estar disfrutando del mejor queso de su vida. O sea  que les regalo una muerte placentera. Os aseguro que yo firmaba por algo así.

El cambio es más complejo de lo que imaginé. Y no me he vuelto loca. Bueno, no más de lo que estaba. El caso es que creo, o mas bien, tengo la certeza de que se ha establecido una conexión, un canal de comunicación entre la humana y yo. Que cómo lo sé, os preguntareís. Pues muy fácil....  por los sueños que estoy teniendo últimamente....  O quizás debería lllamarlos visiones. Veo por sus ojos, oigo lo que oye, siento lo que siente... Y todavía no sé si me horroriza  o me fascina, o las dos cosas a la vez.

Ocurre cuando caigo en un sueño profundo, casi siempre después de un festín...  La primera vez que me ocurrió fué después de mi viaje por algunas de las múltiples dimensiones del universo. Después de una pantagruélica orgía culinaria (por favor no sabía que se podía tener TANTA HAMBRE después de un viaje astral), me sumí en un dulcísimo sueño. Me envolvía una aterciopelada negrura onírica, mullida, silenciosa y cálida. Entonces empecé a escuchar un sonido sordo, muy lejano, como el zumbido de una colmena. Y empecé a ver un minúsculo punto de luz, que se fué agrandando a medida que el sonido se hacía más audible. Y de repente, tenía dos manos con cinco dedos, y sólo dos patas... perdón, piernas... Y estaba enmedio de una multitud de humanos, que caminaban apresurados por un andén de una estación de ferrocarril.

"Si señor, claro, este es el tren que va a Cádiz. Puerta 3 asiento 6A"... !Casi se me para el corazón! ...Era yo, mi voz, lo que estaba escuchando...  Veía claramente la estación de Atocha, y a pesar de no haberla visto jamás tan claramente, porque siempre que había acompañado a la humana lo había hecho escondida, la conocía con todo lujo de detalles. Comprendí que tenía acceso a su banco de recuerdos, al enorme archivo de imágenes, datos, sentimientos, conocimientos, vivencias que se alojaban en su cerebro. Toda la realidad que la rodeaba era la mía, y la comprendía tan bien como ella... Era una situación prodigiosa, con innumerables posibilidades para mí... ¿Podría yo influir de alguna manera en las decisiones que tomara la humana?, ¿era ella consciente de que yo estaba en su mente? ¿cuando ella durmiera entraría en la mía? ¿qué pasaría si las dos dormíamos al mismo tiempo?. Sentí un maravilloso vértigo. El mundo se hacía más grande por momentos, a medida que iba entendiendo las implicaciones de lo que me estaba pasando.

De improviso, ella se subió al tren.  Me rodeó la fría luz artificial. Veía las cabezas de los viajeros, sentados en sus asientos. Las puertas se cerraron con un pitido intermitente. Y en ese momento, con un sobresalto, desperté. Las dimensiones de mi mundo volvían a estar a mi escala, a ras de suelo. Me sentí algo contrariada, pero sólo un poco. Tenía que esperar. La aventura volvería a comenzar... Hola mundo homínido, soy una escolopendra y a veces estoy entre vosotros...

miércoles, 29 de agosto de 2012

Escolopendra Reloaded

He vuelto, aunque nunca me fuí del todo. Supongo que más de una  inocente mosca estaría frotándose sus patitas de satifacción y alivio pensando que  por fín había estirado las mías.... Siento decepcionaros, apetitosos enemigos... O mejor dicho, me encanta seguir decepcionándonos,  mis queridos odiados. Es otra manera sutil de atormentaros, y ya sabeís que la sutileza me encanta.  Vuestra carne adquiere un bouquet inigualable después de mis refinados  juegos psicológicos.


                Mi ausencia ha sido  prolongada, y la razón es que he cambiado de piel. A diferencia de vosotros, primates  decadentes, mi proceso de envejecimiento no conlleva arrugas espantosas ni carnes colgantes. Muy por el contrario, los años me dan lustre y esplendor. Me retiro a un escondrijo confortable y allí procedo a cambiar mi dura piel externa, a rasgarla y salir completamente rejuvenecida, un nuevo yo mejorado e intacto...Cuántas mujeres adictas al bótox y los estiramientos matarían por poder recuperar, de verdad,el esplendor físico y no  acabar convertidas en inexpresivos clones de muñecas hinchables de sex shops. Lo siento por vosotras, trabajad vuestro karma y la próxima vida volved como miriápodo.


                Aunque cuente mi renacimiento con tanta ligereza, no penseís que es llegar, desgarrar la piel, salir y vuelta a empezar. Ni mucho menos. Todo cambio realmente importante en el ciclo eterno de la vida exige esfuerzo, sacrificio y dolor. Es el pago que se nos exige, porque, queridos, la vida no es gratuita. No sé exactamente el tiempo que me ha tomado renacer, aunque hablar de tiempo es una convención inventada por vosotros,  y ni realmente me interesa. Sólo sé que cuando me retiré, las plantas amanecían cubiertas de una brillante  y crujiente capa de escarcha y ahora las lagartijas, tan aficionadas al sol, huyen de él buscando sombra. 


                El proceso empezó muy suavemente. Primero una ligera incomodidad por las mañanas,  rigidez en mis numerosas articulaciones, lentitud en los movimientos, y sobre todo una sensación interna de vivir sin vivir en mí, como Santa Teresa... Pero  lo que realmente me mostró que había llegado el momento de liberarme de mi viejo exoesqueleto fué un dolor indescriptible en el dorso de mi cuerpo al desenrroscarme después de una reparadora siesta. Cuando oí claramente que la piel se me estaba rasgando, a la vez que otro relàmpago de dolor sacudía cada segmento  de mi cuerpo, la sabiduría  escolopendrina  impresa en mi adn supo que empezaba el cambio. Me arrastré como pude. El sufrimiento era tal que apenas podía controlar mi cuerpo. Fuí dejando un reguero de gotitas doradas de veneno tras de mí. Afortunadamente, encontré un tiesto roto con restos de tierra y ahí me desplomé.


                Las oleadas de dolor se sucedían. Cuando parecía que el umbral del dolor había llegado a la cúspide, que no era capaz de soportar más porque mi cuerpo se desintegraría, comprobaba que estaba equivocada. La siguiente era mucho peor. Mi nueva carne pugnaba por salir, rompiendo, desgarrando, rasgando, abriéndose paso. Y mis mùsculos tenían vida propia, se movían a su propia voluntad, sin que yo  pudiera hacer nada para controlarlos. Había que desechar hasta la última partícula de mi antigua piel, no podía quedar ningún resto que interfiriera con mi nuevo yo.


                Por fin terminó todo. A mi lado yacía el caparazón vacío que había sido mi protección durante años. Me pareció minúsculo y frágil, porque mi nuevo cuerpo era mucho más grande y poderoso, aunque me dolía cada milímetro. Pero el cambio no había terminado.


                Con infinito cuidado, empecé a mover la cabeza, las mandíbulas, las patas... Todo estaba en su sitio, pero sentía como si estuviera rodeada de  una gelatina espesa que ralentizaba mis movimientos.   Mi exoesqueleto tenía un precioso color ámbar claro, y estaba blando como la piel de un ratón recién nacido. Agotada, caì dormida. Debía esperar a que la piel se endureciera.  Entonces,  empecé a soñar...


Sin la barrera de mi armadura natural volví a estar integrada en la intrincada red de la vida, como miriápodo, como ser vivo, como partícula, como energía. Me ví a mi misma, tendida en el tiesto roto. Y ví la casa que comparto con los humanos. Y los ví a ellos. Sin que pudiera resistirme, un torbellino violento me arrastró hasta la humana y me encontré viendo por sus ojos. Estaba cocinando, creo que verduras. Las probò y  y para mi sorpresa, las paladeé con ella y pese a mi repugnancia inicial, me encantaron. Pensé que quizás se me estaba abriendo una nueva y más còmoda fuente de alimentaciòn. Oí claramente sus pensamientos, como si fueran míos. El cúmulo de pensamientos, imágenes, sensaciones, me marearon.  Sentí un violento tirón y ya no estaba en su cuerpo. Me elevaba no sabía a dónde. Me rodeó la aterciopelada negrura del cielo nocturno. Ví constelaciones, nebulosas, galaxias. Me tragó un agujero negro y aparecí en un mundo donde las escolopendras habíamos conquistado la Tierra. Justo cuando iba a ser coronada como Emperatriz Suprema volví a ser abducida... ¡Maldición!. La corona me sentaba estupendamente.


Me desintegré en átomos,   en partículas, me convertí en un haz de luz violeta... Y por fín, regresé a mi resplandenciente nuevo cuerpo.


Resumiendo,  humanos,  he vuelto... Y más escolopendra que nunca.

martes, 1 de mayo de 2012

Un 28 de Abril

Hoy la escolopendra se queda metida en su grieta, protegiéndose de las caprichosas y vivificantes lluvias de abril, escuchando los mirlos pelear por las gordas lombrices, sintiendo bajo sus patas el cosquilleo de los brotes que se abren paso de nuevo entre la tierra al glorioso renacimiento, a la magia cíclica del eterno retorno de la primavera.
Hoy la escolopendra admira las nubes esponjosas, que se deslizan, perezosas por el cielo recién lavado y se maravilla con la altivez de los chopos, que entonan con el viento antiguas canciones sin palabras .
Hoy la escolopendra piensa en la vida.
Hoy la escolopendra piensa en la muerte.
...Y descubre absolutamente maravillada que es un todo indivisible, una unidad completa y llena de sentido.
Inexplicablemente, la escolopendra deja caer una lágrima ambarina... Sabe que nunca más estará sola.