No sé si en mi caso puedo decir eso de "me da vueltas la cabeza", porque, aunque tengo cabeza, no tengo cuello ni cervicales que me permitan girarla, pero bueno, tampoco nos vamos aponer picajosos, porque es la expresión que mejor define mi actual estado... Sí, me dá vueltas la cabeza, y llevo así unas semanas, entre el calor sofocante que me ha tenido buscando, sin éxito, grietas y hoquedades con algo de humedad en una casa que desgraciadamente para mí y las demás criaturas que vivían en el patio, ha sido remodelada y el tsunami cristiano que ha invadido este Madrid que cada vez me recuerda más a una triste capital de provincia de los años cincuenta, estoy que no me hallo. Yo, que era la depredadora perfecta, ágil, despiada y siempre sedienta de fluidos vitales ajenos, me he convertido en una caricatura de mí misma... Y el invierno se acerca inexorablemente de nuevo. Ahora entiendo el leit motiv de los románticos, la frustración de ser consciente de la brevedad de la vida, la melancolía del tempus fugit... ¿Veís?, no soy yo, me he convertido en una llorica... Precisamente ahora, el momento perfecto para derramar a diestro y siniestro mi veneno, mi preciada escolopendrina, de hincar mis fauces en tantas virginales carnes blandas y mórbidas de nacionalidades tan variadas, deseosas de sufrir en nombre de Dios, Cristo, el Santo Padre y Rouco varela. Mi llanto es inconsolable: que nó habría dado yo por deslizarme bajo los inmaculados ropajes del representante de Dios en la Tierra, Benedicto El de la Sonrisa Lobuna, para comprobar si el despiadado agosto madrileño le hacía sudar sus marchitos e inútiles genitales como al resto de los mortales, de constatar si lleva sagrados Calvin Klein o un tanga brasileño, que todo es posible. Hubiera realizado mi sueño mordisqueando la pantorrilla peluda de una novicia francesa, seguramente sin depilar... Y qué decir del placer de masticar el lóbulo de un adolescente estadounidense, tan rubio y coloradote... Pero eso ya nunca podrá ser, el Santo Varón que tan bien comprende y perdona a los pederastas de su Iglesia y tanto fustiga a los homosexuales que han tenido la valentía y el coraje de vivir sin miedo, a las mujeres que son dueñas de sus vidas, en fin, a todos los que se niegan a ser corderos de su rebaño de lobotomizados, el padre de los Católicos se ha retirado a sus humildes aposentos del vaticano. Tendré que hacer alguna incursión furtiva para calmar este desasosiego, quizás a un colegio femenino del Opus Dei para deslizarme bajo las medias color beige de alguna hermana bigotuda y darle lo que tanto le gusta, un poquito de dolor para que vaya ganándose un lugar entre los mártires. Al fin y al cabo es lo que han buscado durante siglos...Si al final voy a ser hasta piadosa.
Tengo la impresión de que poco a poco vuelvo a ser yo... Gracias, Benedicto!!!!